jueves 28 marzo 2024

Luis “Pity” Murúa: el fútbol y la vida, y todos sus replanteos

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Actualizado: 08:38 28/03 | downtack.com

La charla radial fue hace unos días, en el marco del programa social y deportivo “Nada Personal”, que se emite de 12 a 14 en la FM Comunitaria 105.3 de Trelew radiosudaca.org, y que además tiene su reiteración todas las noches a partir de las 22.

Comenzando la entrevista, Murúa contó que “en el plantel de Sol de Mayo venimos haciendo un muy buen trabajo para cuando comience el torneo. Metimos mucha tarea de fuerza, todo lo concerniente a lo atlético y ahora viene la parte de cancha”.

«EL DT ES EGOÍSTA Y NARCISISTA»

Cuando llegó el momento de iniciar el camino que tan estrechamente une al deporte más popular de todos con el “Pity” ex jugador y luego entrenador, dijo que “vivo apasionadamente el fútbol  y no pienso claudicar con eso. A veces como bien y a veces como mal, a veces tengo dinero, la mayoría de las veces no, pero el sentimiento por el fútbol no lo cambio. Nunca pensé que podía encontrar algo mejor para estar mucho mejor económicamente, porque el día que lo haga, ahí sí que me estoy empezando a entregar”, afirmó.

Ya embalado en la temática conductiva, no tuvo reparos en subrayar que “el DT es egoísta, hasta incluso narcisista. Este trabajo es muy solitario y por eso debe confiar solamente en él. Ojo, está siempre muy bien escuchar opiniones, pero luego tiene que morir con la suya, porque él tiene la última opinión, la decisión final. Él no tiene que dudar, aunque eso luego no significa que tenga éxito. Muchas veces se escucha decir que un entrenador escucha todas las opiniones y eso no es verdad. Cuando te rodea un grupo de trabajo y entre todos planifican algo, el que luego decide en soledad es el técnico”, explicó.

Aunque se muestre seguro y muchas veces impermeable a las críticas, para Murúa “el entrenador también tiene y debe sus miedos, pero esos miedos jamás debe demostrarlos o, menos aún, trasladarlos al grupo. El día que un técnico no tenga dudas, miedos, es porque ya no siente más nada por esto y es porque le da lo mismo. Ese día quiere decir que perdió la pasión por lo que hacía. Nosotros somos los que siempre estamos expuestos. Tanto deportiva como socialmente, si todos hablan de nosotros. Por más profesionales y muy buena gente que te rodee, el único observado y analizado es el entrenador”, sostuvo.

«LA LIGA LOCAL ES LA UNIVERSIDAD»

En el tren de reconocimientos y aquel admirado desde sus tiempos con los cortos puestos, recordó que “mi ídolo siempre fue Marcelo Pérez Álvarez. El tiempo nos fue uniendo cada vez más. Y otro que me ha ayudado mucho es Jaime Giordanella. Él es un ejemplo de cómo seguir luchando en esta profesión. A sus 60 sigue como si nada, porque mira que hay que luchar en la liga local ehhh. Cuando sos joven te sobran ganas, pero llega un momento en que por ahí te cansa tener que llevar las pecheras, ayudar a hacer la planilla, hacer de utilero”, agregó.

Luis Ignacio Murúa prosiguió desarrollando su pensamiento sobre las bondades que va llenando a un técnico de fútbol que trabaja en el ámbito doméstico: “dirigir en la liga local es la gran formación de un entrenador. Es la Universidad. Estoy en un club que en dos años va a ser uno de los mejores de la Patagonia. Lo aseguro. Por la cancha, los vestuarios, el predio en general. Pero cuando llueve mucho, entrenamos en el barro, porque no tenemos cancha de césped para entrenar. Estamos en el Federal A, pero es así. Si yo, antes de estar acá, no hubiese entrenado en la tierra, marcando para hacer una cancha o entrenar a la noche con dos bombitas de luz, no podría estar acá. Una vez que aprendes a dirigir en el torneo local, chau, lo que viene se hace todo más simple”, remarcó.

Hombre sin un domicilio fijo, tipo acostumbrado a vivir sencillo, con lo justo y necesario, cuenta que “sigo andando con una valija que vengo usando desde hace casi 40 años. Mi vida es una valija. Ella va y viene conmigo. Ojo, esto así tiene su costo ehh. Porque teniendo una vida así, al muy poquito tiempo te separas. Nadie aguanta tanta locura. Y es lógico, Soy un tipo solitario y por eso no me puedo comparar con nadie. Vivida así, la profesión te deja secuelas. Pero a mí me sostiene mi pasión. Mi locura. Nunca jamás se me pasó por la cabeza la idea de dejar de ser entrenador”, remató.

Sobran los ejemplos de aquellos DTs que según pasan los años continúan abrazados al éxito en lo que predican sumado a la cosecha de ideales y convicciones, pero también la de veteranos que perduran en la función pero que con extrema facilidad son tildados de “viejos”, en algunos casos de “vagos” y otros motes siempre despectivos. Sobre el punto, la opinión de Murúa es que “el técnico puede estar grande en edad, llevar mucho tiempo trabajando, haber dirigido muchos equipos y en varias categorías, pero jamás debe dejar de seguir perfeccionando. Nosotros también estamos permanentemente en competencia. En nuestro caso con los pibes de 40 o de 35. Me gusta trabajar con gente joven, aunque nunca me sentí viejo. Hoy esos ayudantes son pasantes, que el día de mañana van a dirigir solos. Les doy la oportunidad, porque no lo quiero de amigo, lo quiero para que aprenda y el día de mañana se independice. Muchas veces he dejado a mis ayudantes solos, para que aprendan a manejar el grupo, aprendan a hacer los trabajos tácticos. Es la única manera que existe para que ellos crezcan”, precisó.

EL RECUERDO PARA EL «ZORRO» Y PARA COLLAZO

Tres que dejaron una huella imborrable con varias camisetas del fútbol local: Miguel González, Patricio «Nano» Barriga y Luis Ignacio «Pity» Murúa.

Murúa repasó lo que fueron sus tareas dirigiendo a equipos locales como Germinal, Brown y el Deportivo Madryn: “esto me pasó con Pedro Bravo González, con Isaías Aberasturi, con Javier Rodas, con el “Cholga” Galeano, por ejemplo. Nunca competí con mis ayudantes, ni les escondí cosas, al contrario, los lleno de materiales, de conceptos. Los motivo siempre. En los trabajos de la semana, incluso, les sé decir que ellos tomen las decisiones, que no me consulten siempre a mí”, recordó sobre su paso por los mencionados clubes y sus ocasionales ayudantes.

Aunque guerrero de mil batallas, el calendario no perdono, por eso admite que “hoy no tengo las mismas ganas que hace diez años, las mismas fuerzas, eso no se puede negar. Sí sigo teniendo la misma pasión. Lo que un técnico de mi edad tiene a su favor es el error. Ya los cometí y aprendí de eso. Sobresalir al sufrimiento que es perder un partido, ver un vestuario destrozado, perder un torneo, que los hinchas te critiquen, que la prensa te mate. El joven que recién arranca, aún tiene que aprender de los errores que va a cometer. Ojo, tampoco lo tenes que llenar de todo lo que uno sabe, porque en el fútbol nadie tiene la verdad. Hay que impulsar el conocimiento, motivar el aprendizaje”, aconsejó.

Recién iniciada su prolífera carrera como entrenador, a Murúa lo marcó un hecho puntual, vivido luego de un partido que le quedó grabado por la posterior charla con un colega de la época: “me marcó muchísimo algo que me pasó con Luis Bastida. Ahí me di cuenta que no sabía nada de esto. Yo dirigía a Brown, era una de mis primeras experiencias como DT, y él a Germinal. Mi primer trabajo fue con el “Gato” Orsi, un gran entrenador, que veía muy, pero muy bien el fútbol. Bueno, le ganamos 1-0 por el torneo local, con gol de Nelson Calvo, al Germinal que jugaba el Argentino A. Al otro día me llama el “Zorro” y me dice si podía ir a verlo a la casa. Me tome el cole y me fui de Madryn a Rawson. Llegué, agarró una pizarra y paró a su equipo como yo le había jugado el día anterior. Todos atrás y jugando al contragolpe. “Atacame ahora”, me dijo, y a mí se me nubló todo. Nunca en mi vida aprendí todo lo que me enseñó Luis ese día. Cambié totalmente desde ese día. Claro, mis equipos defendían bárbaro, pero no atacaban, no proponían juego. Otro que me dejó mucho fue Pablo Collazo. Él me enseñó cómo achicar en defensa, cómo moverme para recibir en la mitad de la cancha. De ambos aprendí muchísimo de esto y siempre lo digo”, puntualizó.

Tomando aquel ejemplo que le planteó Bastida, el entrenador de Sol de Mayo, comenta que “hoy por hoy hay que buscar ser protagonista, atacar, proponer juego, ir a buscar el partido. Además, porque te lo pide la categoría. Atacar te obliga a ser mejor entrenador. Defender es fácil, metes el camión atrás y listo, ahora, cuando te dan la pelota, ahí hay que saber qué hacer con ella. Esto es dinámico y uno tiene que estar siempre a la altura”, razonó.

«EL MIEDO AL COVID-19 AÚN ME DURA»

Uno más que la pasó mal con el virus que sigue aquejando al mundo. En primera persona, Murúa brindó precisos detalles de cómo fue convivir con la enfermedad: “te deja secuelas importantes, te deja con síntomas de cansancio, como desgastado. Y sí, me asustó muchísimo, porque a mí me duró 16 días y de los cuales en 12 tuve que quedarme en la cama. Siempre acostado pero en la casa. El día 10 fue cuando más temor que me agarró, porque seguía con fiebre y con un fuerte dolor de cabeza, en la frente. Es terrible eso. La fiebre era constante. La parte respiratoria no me afectó, pero sí me afectó y muchísimo a todo el cuerpo. Dolores musculares, dolores en los huesos, pérdida del olfato y el gusto, y lo más feo fue el dolor de cabeza y la fiebre. Jamás en mi vida me había dolido la cabeza de esta manera. Nunca. Es insoportable. La frente y hasta los ojos. Me llegó hasta el oído izquierdo”, explicó sobre el padecimiento experimentado.

Murúa sostiene que “me cuidé mucho, pero igual sabía que estaba expuesto. Llevábamos una semana de entrenamientos y comencé a sentir algunos síntomas. Enseguida me di cuenta que estaba contagiado. No sé si yo lo contagié o él me contagio a mí, pero también estuvo enfermo un ayudante de campo que tengo, porque los dos lo tuvimos en el mismo momento. Apenas supe que tenía coronavirus, me aislé, me encerré solito en un lugar de la pensión”, comentó.

Lo soportado en la más absoluta soledad, según explicó Murúa que “te hace pensar mucho cuando estás así y encima solo, entre cuatro paredes. Te haces la cabeza y mal. Tuve miedo y aún tengo miedo, porque esta enfermedad ya se ha llevado a muchos de mis amigos. Eso es terrible, porque son amigos con los cuales estuve hablando hasta hace poco y por eso aún me quedan sus mensajes o audios de Whatsapp”, lamentó.

El temor por lo atravesado y la incertidumbre pensando en todo lo que viene y cómo viene, para el técnico “permanentemente todo esto te hace replantarte muchas cosas. Incluso con varios de los amigos que perdí, hasta habíamos coordinado encontrarnos cuando esto pase. Por ejemplo, yo no tomo más mate, porque sé muy bien que sería una irresponsabilidad muy grande el compartirlo, ya que no existe la plena seguridad de que haya quedado inmune luego de haber tenido coronavirus. Es decir, una recaída es posible. Y a eso le tengo miedo”, reiteró.

Lo sufrido le permite sugerir que “hay que seguir siendo muy responsable y no hay que subestimarlo ni hay que desafiarlo, porque es muy peligroso. Físicamente siempre estuve en forma, corriendo, haciendo pesas, nunca fumé, pero igual sabía que en algún momento podía tocarme. Estaba preparado, aunque no lo busqué. Esquivé las reuniones, el barbijo puesto todo el tiempo, iba y venía para el mismo lugar y por el mismo lado. Pero igual me contagié. Si corres, te alcanza, si te escondes, te encuentra; este virus es así. Hasta corro con el barbijo puesto. Tampoco es agarrar y no hacer nada en tu vida, porque eso también es muy malo”, comentó.

EL CALVARIO Y LA VALENTÍA DE SUS HIJAS

El juicio contra el padrastro de sus dos hijas, quienes con el tiempo denunciaron que el ex comisario Juan Luis Ale había abusado de ambas, fue una prueba que atemperó a Luis Ignacio Murúa, acostumbrado a rivales ásperos en sus tiempos de jugador e hinchas rabiosos pegados a un alambrado ya en su rol de DT, pero que nunca jamás había sufrido lo que padeció ante el llanto rabioso de sus chicas, pero que luego reconvirtió en elogios por el coraje de las dos, para llevar una lucha que por momentos era desigual.

Sobre el tema, el entrevistado dijo que “en la primera parte del año, lo que más me preocupaba era la salud de mis hijas. Ellas al problema lo venían sufriendo de mucho tiempo, pero no podían expresarse públicamente y siempre la lucharon, la pelearon como guerreras que son. Hace un año que no las veo”, repasó.

“Cuando arrancó la pandemia, a mí no me importaba mucho lo que estaba pasando en salud, porque solamente quería que se resolviera judicialmente el tema de ellas. Cuando sufren tus hijos y vez que la respuesta que están esperando no llega, eso es terrible. Encima estando uno lejos, interiormente el sufrimiento es terriblemente doloroso. Lo aseguro. Esto va a seguir, aunque ya hay un dictamen, hay una pena, pero al menos significa un alivio. Son cosas que te hacen replantear la vida”, sentenció.

“Cuando tu hija te dice: ‘Papá, no quiero vivir más’, es algo terrible”, recordaba Murúa en alguna otra charla periodística, donde también admitía que “llegué a temer que en un momento de soledad alguna de mis niñas pudieran llegar a hacer algo malo”.

DISTRIBUIR LAS ALEGRÍAS Y TAMBIÉN LAS PENAS

Racing en el Regional 86/87: Julio Calvo, Jorge Vigna, Huicich, Luis Murúa, Osvaldo Biain y Jorge Obelar. Abajo: Miguel González, Dante Vidilli, Patricio Barriga, Horacio Ruíz Díaz y Jorge Macías.

Insistió con que “a los jóvenes que han trabajado o trabajan conmigo, siempre les digo que el camino de la vida es muy largo y que hay que estar preparado para todo. Hay que aprender a distribuir tanto a las penas como a las alegrías. Las sonrisas muchas veces son efímeras, pasan fugazmente, por eso hay que estar preparados para superar lo trágico, porque el dolor dura mucho más y para eso nadie te prepara”, confesó.

En otro segmento de la conversación mencionó que “tengo 60 años y ya empiezo a pensar cuánto tiempo más tendré en esto. ¿Diez años más, quizás?. Estoy en una etapa de la vida donde no sabes cuánto tiempo más voy a vivir. Ya tengo secuelas en los huesos, en los músculos y en el alma. Tengo la cabeza poblada en canas. No alcanza ya con la voluntad, porque solamente la voluntad no te mantiene en pie. Por ahí la dibujas con el huevo, tripa y corazón, pero a esta altura, a veces, con eso ya no alcanza”, admitió.

En el final de la amena y muy profunda nota radial, el “Pity” confiesa que “creo en San Expedito. Y creo también en Dios. Para seguir teniendo fe, siempre te tenes que agarrar de algún lado. Entiendo que es un error cuando decimos que queremos vivir por nuestros hijos o por nuestros nietos. No, quiero vivir primero por mí, para después sí poder ayudar a mis hijos o a mis nietos. Tengo que estar bien primero yo, porque si uno no está bien, es imposible poder ayudar a quienes querés. Cultivo mucho eso: yo quiero, yo puedo”, concluyó dejando otro claro mensaje.

Gentileza: Héctor Fabián Araneda – FM Comunitaria 105.3 de Trelew radiosudaca.org

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