Beber gaseosas azucaradas puede parecer una costumbre inofensiva, pero detrás de cada sorbo se esconde un proceso químico complejo que afecta al cuerpo desde los primeros minutos. Según estudios citados por Medical Todays, en los primeros 10 minutos después de consumir este tipo de bebidas, el organismo recibe una dosis de azúcar equivalente a diez cucharaditas, superando ampliamente la ingesta diaria recomendada. Para neutralizar esta sobrecarga, el ácido fosfórico presente en la bebida ayuda a disimular el exceso de dulzor, permitiendo que el cuerpo lo tolere.
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A los 20 minutos, el impacto en la salud se vuelve más evidente. Los niveles de glucosa en sangre se disparan, lo que provoca una rápida liberación de insulina por parte del páncreas. En personas con un estilo de vida sedentario, este exceso de azúcar se convierte en grasa, principalmente en el hígado. Meltem Zeytinoglu, endocrinólogo de la Universidad de Medicina de Chicago, explica que este proceso es especialmente problemático cuando las gaseosas azucaradas se consumen junto a una comida, ya que el exceso de carbohidratos se almacena como grasa, agravando el riesgo de enfermedades metabólicas.
A los 40 minutos, la cafeína fue absorbida por completo, aumentando la liberación de azúcar en la sangre y bloqueando los receptores de adenosina en el cerebro, lo que impide la somnolencia. Además, se produce un incremento en la producción de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer. Este ciclo puede fomentar la adicción a las gaseosas azucaradas, ya que el cerebro busca repetir esa sensación de bienestar, según MAC Clinical Research.
Una hora después, el cuerpo comienza a experimentar una caída de energía conocida como «crash de azúcar». Según un informe de Sanford Health, este bajón puede llevar a irritabilidad, cansancio y dificultad para concentrarse, afectando la productividad diaria. Además, la combinación de ácido fosfórico y cafeína contribuye a la excreción de minerales esenciales como calcio, magnesio y zinc, debilitando la absorción de nutrientes necesarios para el cuerpo.
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El consumo frecuente de gaseosas azucaradas está relacionado con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y renales, entre otros problemas de salud. Sin embargo, los expertos coinciden en que el riesgo se presenta cuando el consumo es habitual. “Una bebiba de este tipo de manera ocasional no causará un impacto significativo en la salud, pero cuando se convierte en un hábito, los problemas empiezan a surgir”, advierte Cordialis Msora-Kasago, vocera de la Academia de Nutrición y Dietética de los Estados Unidos.
Fuente: Infobae.
Foto: Global Play.
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