En su columna en “Mañana es Hoy”, Lucas abordó la peculiaridad del momento político en Argentina, marcado por una amalgama de ironía, burla y consumo irónico. Comenzó haciendo una reflexión ingeniosa sobre el cambio de percepción de la tos en el último año, pasando de ser un posible síntoma de COVID a convertirse en una estrategia distractiva.
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Texto completo:
«Cof cof… perdón si los distraje.
Que loco que hoy toser sea sinónimo de querer distraer a alguien y un año atrás toser era sinónimo de COVID.
Parece un montón de tiempo pero no. La pandemia nos tuvo a maltraer hasta hace un año y recién en mayo de este año la Organización Mundial de la Salud marco el fin de la emergencia sanitaria. 6 meses nomas. Pasa que estábamos medio distraídos. Después de todo los trelewenses hemos pasado el 2023 en permanente estado de campaña electoral. 9 meses para ser más exactos. Incluso se puede estirar un poco mas si vemos que la campaña por la intendencia arranco para gran parte de los candidatos en el 2022. Y a este niñe electoral lo terminaremos de dar a luz este domingo.
Estamos a horas de lo que, para ambos candidatos que se disputarán la presidencia en el balotaje, será una de las elecciones más importantes de los últimos tiempos.
Dos modelos de país claramente distintos.
La relevancia de lo que se elige es lo único que mantiene la atención de un electorado cansado de votar y votar y votar.
El agotamiento es tal que podes llegar a ver gente en heladerías y pizzerías mirando absortos los carteles con una gran variedad de sabores y posibilidades diciendo: “no sé qué elegir… no se… poneme lo que sea… No quiero elegir más”.
Pero más allá del cansancio que se percibe en la sociedad de este estado en constante sufragio, hay cosas positivas para rescatar de este proceso electoral: se volvió a hablar y discutir de política.
Arrancamos el 2023 diciendo que a los jóvenes no les interesaba la política y que no participaban en política y terminamos debatiendo la posible incidencia de la juventud en los resultados del domingo. Ese segmento de la sociedad invisible para muchas fuerzas políticas y para los políticos. Imposible de descifrar, imposible de llegarle con las viejas recetas de la política tradicional.
Nunca se nos hubiera ocurrido que un debate presidencial mediría 50 puntos de rating y que marcaría tendencias en redes sociales.
Este es un fenómeno que si bien se hizo presente en otros turnos electorales, el apasionamiento, a veces desmedido y preocupante por los ataques y la virulencia, ha marcado como se ha discutido en este también nuevo formato de tercios.
Uno de los candidatos llego a decir que la grieta había muerto. No sé si es tan así. Recién ahora, después de las generales del pasado 22 de octubre y de cara al balotaje, se ha vuelto a la forma binaria, al blanco o negro, al Boca-River. A la grieta. Pero esta grieta no es como la vieja grieta. Hay un montón de sectores que en el pasado estaban de un lado, que por ejemplo eran furiosos antikirchneristas y ahora se han manifestado públicamente a favor de Massa. Ocurre que las posturas de Milei y de La Libertad Avanza han puesto a discutir cosas que se creía que ya estaban saldadas y otras cosas nuevas que al ala más progresista, a la centroizquierda argentina, han logrado espantar.
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También la situación de la economía en Argentina le ha pegado de lleno a la gran esperanza blanca del peronismo con origen en la UCeDé. El actual gobierno que lo tiene aún a Alberto Fernández como presidente, aunque usted no lo crea o se haya olvidado, llegó en 2019 con la promesa de llenarte la heladera, pero no pudo encontrarle la vuelta a la inflación y la suba del dólar. Desde que Sergio Massa asumió como ministro de Economía en agosto de 2022, hace 16 meses, hubo en Argentina un 193% de inflación y el dólar blue paso de $296 a $970, lo que ha llevado a que mucha gente se pregunte cómo es posible que el tigrense todavía tenga serias chances de convertirse en el próximo presidente y más aun, cómo va a hacer Sergio Massa para solucionar los problemas que no pudo solucionar Sergio Massa.
¿En qué momento hemos naturalizado no espantarnos de un casi 9% de inflación mensual, un 142 interanual o que se reivindique a los militares o a Margaret Thatcher?
Este periodo electoral que termina el domingo es casi imposible de analizar sin ir a su origen, allá en el 2021, plena pandemia, cuarentena, descontentos, antivacunas, adictos a las teorías conspirativas, de la existencia de un plan global para dominar a los seres humanos poniéndoles no se que cosa a través de la jeringa, gente que estaba en contra del barbijo y hasta del 5G. Bueno, en ese caldo se gestó el surgimiento político de Javier Gerardo MIlei, y empezó su carrera hacia la presidencia luego de las legislativas donde logró acceder a una banca en el Congreso y catapultó su figura política. Pero incluso podemos ir un poco más atrás, al génesis de su figura mediática participando en cuanto programa de televisión existiera, sobre todo si el conductor era Alejandro Fantino.
Su personalidad extravagante y sus polémicas declaraciones lo convirtieron en un personaje de color que funcionaba muy bien en los canales de televisión. Sus frases explosivas fueron sustentando la base en la que Milei se paró para dar ese crecimiento exponencial en muy poco tiempo. Dentro del circo mediático, reconocido por varios comunicadores que le abrieron la puerta a sus programas, existió lo que se conoce como consumo irónico. Miles al principio, millones luego que sin compartir totalmente su opinión y mirada comentaban, compartían y hacían viral a Milei.
Este consumo irónico, este placer culpable de un importante sector de la sociedad de burlarse, de reírse de personajes o contenidos en principio ridículos, grotescos y extraños y hacerlos masivos no es un fenómeno nuevo. En realidad se remonta a la década de los 80, cuando millones de personas llevaron a través de la burla a que la serie Dallas se convirtiera en una de las más vistas de los Estados Unidos. Un montón de personas a las que no les gustaba la serie la miraban para después poder comentar lo ridículo que les parecía el show.
Algo similar ocurrió con Milei y sigue ocurriendo con la diputada electa Lilia Lemoine, o el ex candidato a Jefe de gobierno porteño de La Libertad Avanza, Ramiro Marra, entre otros.
Fenómenos mediáticos que han surgido al calor de las redes sociales, de Twitter y sobre todo de la viralización que han tenido en TikTok y por WhatsApp, y que gracias principalmente a la burla logran estar en boca de todos con sus provocativas barbaridades.
Estudios sobre la recepción del consumo irónico dicen que hay muchísima gente que no se da cuenta de la ironía y que la burla solo es detectada por aquellos que se identifican con la comunidad interpretativa que inicia la parodia. Este es el riesgo de la reproducción irónica de posturas extremas o socialmente indeseables. Porque al fin de cuentas, el consumo irónico, es consumo.
Seguramente en Estados Unidos deben existir personas que consumieron irónicamente a Donald Trump solo para verlo convertirse en uno de los presidentes más controversiales de la historia de ese país. También debe haber millones de brasileños arrepentidos por haber retuiteado irónicamente a Jair Bolsonaro.
Habrá que acostumbrarnos a convivir con el riesgo de que la burla nos estalle en la cara. Después de todo el consumo irónico ya es parte nuestro. Es como nosotros, consumidores que somos, antes de rechazar lo que no nos gusta de la sociedad de consumo, decidimos unirnos a ella de mala gana vía burla, sintiendo que trascendemos y que nos elevarnos sobre eso que no nos gusta, porque muy dentro nuestro sabemos que no importa lo que hagamos no la vamos a poder vencer.
Pero por más irónicos que sean nuestros retuits o los minutos que se les destine a propagar este tipo de contenido en los medios, igual cuenta. Los números que manejan las consultoras, las agencias de publicidad y la empresas reflejan que no importa su origen, sino su impacto y en como captan nuestra atención.
Al replicar este contenido irónico difundimos mensajes opuestos a todo lo que pensamos. Lo hacemos porque nos resulta gracioso. Porque además hay una comunidad que se va a reír con nosotros y queremos ser aceptados. Porque que es más gracioso que reírnos de lo que nos parece ridículo.
Bueno, veremos si el domingo a la noche nos seguimos riendo o terminamos tosiendo.»