Estados Unidos modificó oficialmente su estrategia de inmunización contra el COVID-19 al dejar de recomendar la vacunación rutinaria para niños sanos y embarazadas.
La medida fue anunciada por Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud y Servicios Humanos, en un video publicado en la red social X. Esta decisión marca un quiebre con la política vigente desde el inicio de la pandemia, generando debate en la comunidad científica en plena circulación de nuevas variantes.
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Kennedy explicó que esta decisión responde a la intención de “reducir el aparato federal” y alinear las políticas sanitarias con las prioridades del expresidente Donald Trump. Las vacunas afectadas son las desarrolladas con la plataforma de ARN mensajero, como las de Pfizer-BioNTech y Moderna, que son las principales aplicadas en territorio estadounidense desde 2020.
Hasta ahora, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomendaban la vacunación contra COVID-19 a todas las personas desde los seis meses de edad, incluyendo dosis de refuerzo. Con este giro, Estados Unidos se convierte en uno de los pocos países desarrollados que retira esta recomendación para dos grupos considerados de riesgo: embarazadas y niños pequeños.
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La decisión ha generado fuertes críticas entre infectólogos y pediatras, quienes advierten que la medida podría aumentar la vulnerabilidad de la población ante nuevas cepas, como la actualmente en circulación. “Es prematuro eliminar la vacunación infantil sin contar con evidencia clínica sólida que justifique el cambio”, advirtieron especialistas en salud pública.
Mientras tanto, aseguradoras médicas y proveedores de servicios de salud están evaluando cómo adaptar sus políticas a las nuevas directrices, aunque históricamente han seguido las recomendaciones de los CDC. La discusión sobre la seguridad, eficacia y necesidad de las vacunas continúa abierta, mientras crece la preocupación por el posible impacto de esta decisión en la salud colectiva.
Fuente: Infobae.