Margaretha Geertruida Zelle, conocida como Mata Hari, fue una de las espías más famosas de la historia. Nació el 7 de agosto de 1876 en Países Bajos y, tras una vida marcada por la tragedia, fue fusilada el 15 de octubre de 1917 en Francia, acusada de espionaje. Su vida estuvo llena de intrigas, amores y sufrimientos que la convirtieron en un mito.
Desde joven, Mata Hari se vio envuelta en dificultades. Tras un matrimonio infeliz con el capitán Rudolf MacLeod, sufrió maltratos y la pérdida de su hijo de dos años, quien fue envenenado en Java. En 1902 regresó a Europa y se reinventó como bailarina exótica en París, donde adoptó el nombre Mata Hari, que significa «ojo del día» en malayo.
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Su fama creció rápidamente, convirtiéndose en la cortesana de la élite europea. Su acceso a personajes influyentes y militares la llevó a ser reclutada como espía durante la Primera Guerra Mundial. Primero trabajó para Alemania, pero más tarde aceptó colaborar con Francia. Su doble juego despertó sospechas en la inteligencia francesa.
En 1917, Georges Ladoux, jefe del servicio de inteligencia de Francia, la acusó de ser agente doble. Fue arrestada y sometida a un juicio con pruebas débiles, pero el clima de guerra la condenó. Finalmente, fue sentenciada a muerte y fusilada en el foso de Vincennes. Se dice que, en sus últimos momentos, lanzó un beso a su pelotón de fusilamiento.
Con el paso del tiempo, historiadores han cuestionado la veracidad de las acusaciones contra ella. Algunos la consideran una víctima de las circunstancias y de la propaganda bélica. Su vida ha inspirado libros, películas y debates sobre el papel de la mujer en la historia y en el espionaje.
Fuente: Infobae.