Brasil vivió un aumento dramático del 79% en la superficie vegetal incendiada en 2024, alcanzando 30,8 millones de hectáreas afectadas, según el informe de MapBiomas. La Amazonía fue la región más golpeada, con 17,9 millones de hectáreas arrasadas, lo que representa el 58% del total del país.
La coordinadora de MapBiomas Fuego, Ane Alencar, calificó el año como «atípico y alarmante», destacando que los bosques, clave para la captura de carbono, sufrieron daños históricos: 8,5 millones de hectáreas quemadas. Este fenómeno, atribuido tanto al cambio climático como a actividades humanas ilegales, expone la vulnerabilidad de estas áreas a futuros incendios.
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En este contexto, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva admitió en septiembre que Brasil no estaba completamente preparado para enfrentar esta crisis. Además, su gobierno atribuyó la situación al «terrorismo climático» y enfatizó la importancia de la COP30, que se celebrará en Belém, como un paso crucial en la lucha medioambiental.
El estado de Pará, donde se quemaron 7,3 millones de hectáreas, fue el más afectado por los incendios. Este panorama complica el compromiso de Brasil de detener la deforestación en la Amazonía para 2030, aunque la reducción de más del 30% en la deforestación durante el último año ofrece un rayo de esperanza.
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Los incendios forestales en Brasil no solo son consecuencia del calentamiento global que seca la vegetación, sino también de actividades humanas como la limpieza de tierras para la agricultura, una práctica que generalmente queda impune. Esto resalta la urgencia de acciones inmediatas para prevenir nuevas crisis ambientales.
Con la COP30 en el horizonte, Brasil enfrenta el desafío de liderar la lucha contra el cambio climático y demostrar avances concretos en los compromisos del Acuerdo de París, mientras el mundo observa atentamente.
Fuente: RFI.