Cada año, el descenso de las temperaturas marca el regreso de los ambientes cerrados y el encendido de estufas, braseros y calefactores.
Sin embargo, también reintroduce un riesgo silencioso y potencialmente mortal: la intoxicación por monóxido de carbono. Este gas, que no tiene olor, color ni sabor, puede acumularse en espacios con poca ventilación y causar serios daños a la salud, incluso la muerte.
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El monóxido de carbono (CO) es producto de la combustión incompleta de materiales como gas, carbón, leña o kerosén. Según datos oficiales, en Argentina mueren cerca de 200 personas por año a causa de este gas, y se registran unos 40.000 casos clínicos. Lo preocupante es que muchos de estos casos podrían evitarse con medidas simples de prevención.
“Cualquier artefacto que utilice material combustible puede generar monóxido si no quema correctamente”, explica la Dra. Fernanda del Valle Saravia, médica de Boreal Salud. En ese sentido, calefones, estufas, cocinas, hornos y braseros son los principales responsables dentro del hogar. La especialista destaca que la ventilación diaria y el mantenimiento de los equipos son pasos clave para evitar intoxicaciones.
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Cinco acciones pueden marcar la diferencia entre un invierno seguro o una tragedia: revisar las instalaciones de gas con un profesional, ventilar los ambientes todos los días, evitar dejar estufas encendidas durante la noche, instalar detectores de monóxido y reconocer los síntomas a tiempo. Mareos, dolor de cabeza, náuseas y somnolencia pueden ser las primeras señales de alerta. Si no se actúa rápido, la exposición prolongada puede llevar a convulsiones, desmayos o incluso la muerte.
El monóxido de carbono es una amenaza invisible, pero evitable. La prevención y la información son las mejores herramientas para enfrentar los riesgos del invierno. Con hábitos seguros y controles adecuados, es posible mantener el hogar cálido sin poner en peligro la vida de sus habitantes.