Mario Vargas Llosa, ícono de la literatura universal y premio Nobel 2010, fue despedido en su Lima natal este lunes en una ceremonia privada, cumpliendo su expreso deseo de evitar homenajes públicos. Las banderas ondearon a media asta en todo Perú, en señal de duelo nacional por la pérdida del último gran representante del boom latinoamericano.
El autor de Conversación en la catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del chivo murió el domingo a los 89 años. Sus restos fueron velados en su hogar del barrio limeño de Barranco, frente al Pacífico, donde familiares, amigos cercanos y figuras políticas lo acompañaron en un entorno íntimo.
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A las 16:10 horas locales, una carroza fúnebre partió rumbo al crematorio del ejército peruano. Dentro del vehículo, podía verse el ataúd de madera marrón que albergaba el cuerpo del escritor. Según reiteró su hijo Álvaro Vargas Llosa, la familia decidió respetar su voluntad de evitar cualquier acto público y mantener el luto en estricta privacidad.
La presidenta Dina Boluarte asistió brevemente al velorio para dar el pésame en nombre del gobierno. Fue recibida por el hijo mayor del escritor con un sentido abrazo. La ceremonia no tuvo discursos ni cámaras al interior de la vivienda, solo flores blancas y un silencio respetuoso en honor al autor más reconocido de Perú.
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Vargas Llosa deja un legado que trasciende las fronteras de su país: novelas fundamentales, ensayos lúcidos y una vida atravesada por la defensa de la democracia y la libertad. Su despedida, silenciosa y sin homenajes, pareció escrita por él mismo, con la sobriedad de quien ya está inscrito en la historia.
Fuente: DW.
Foto: Klebher Vasquez/Anadolu/Picture alliance.