Después de doce días de clausura, el gobierno israelí permitió la reapertura de la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén Oriental, ocupada desde 1967. El cierre, impuesto por presuntos motivos de “seguridad pública” relacionados con el conflicto entre Israel e Irán, había generado amplio rechazo entre autoridades religiosas y civiles palestinas.
La Gobernación de Jerusalén confirmó este miércoles el levantamiento de las restricciones de ingreso para los fieles musulmanes. A su vez, Adeeb Jawad Joudeh Alhusseini, custodio de las Llaves del Santo Sepulcro, anunció el “fin del estado de alerta máxima” en distintos puntos del país, lo que también habilitó el acceso a la Iglesia del Santo Sepulcro para turistas y peregrinos.
Durante el cierre, organizaciones palestinas advirtieron que el conflicto regional era utilizado como pretexto para alterar el statu quo del lugar sagrado. “Estas medidas buscan imponer cambios permanentes en el control del recinto”, denunció la Comisión Palestina de Resistencia al Muro y a los Asentamientos.
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Mientras se mantenían las restricciones para los palestinos, colonos israelíes accedieron libremente al sector oriental del complejo conocido como Bab al-Rahma. Allí, realizaron prácticas religiosas judías e incluso izaron la bandera israelí, en abierta violación de los acuerdos internacionales que regulan el uso del lugar.
El viernes 13 de junio, fuerzas israelíes irrumpieron en la mezquita tras la oración del amanecer, desalojando a los fieles y sellando las entradas. “Es la primera vez que ocurre algo así desde la pandemia”, indicaron fuentes locales. El Ministerio de Awqaf de Palestina repudió el hecho y pidió intervención urgente a organismos internacionales.
Los cierres también afectaron otros lugares sagrados. La Mezquita Ibrahimi en Hebrón permaneció clausurada durante días. Además, según Mu’ayyad Shaaban, jefe de la Comisión de Resistencia, más de 890 barreras fueron cerradas en Cisjordania, afectando la libre circulación y el acceso a servicios médicos.
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“Estas acciones son una flagrante violación a los derechos humanos básicos del pueblo palestino”, sostuvo Shaaban. Organismos de derechos humanos han documentado que el cierre total intensificó la crisis humanitaria, con impactos directos sobre la vida cotidiana de miles de personas.
La reapertura de Al-Aqsa representa un alivio momentáneo para los fieles, pero persiste la tensión en torno al respeto del statu quo. Palestina insiste en que “la ocupación israelí utiliza cualquier excusa para debilitar el control musulmán sobre uno de los lugares más sagrados del islam”.
Fuente: Telesur.