Cuando el 22 de febrero de 1904 el personal del entonces observatorio meteorológico de la Isla Laurie comenzó a registrar datos del tiempo, no muchos imaginaban que 120 años después la continuidad de la investigación científica en la Antártida iba a convertir a la Argentina en uno de los países de referencia global en la producción científica sobre las consecuencias del cambio climático, entre otros campos.
Las investigaciones argentinas en la Antártida incluyen el monitoreo de gases industriales empujados por los vientos hacia la Antártida, sobre la que se concentran en nubes brillantes que captan átomos de oxígeno y hacen menos densa a la capa de ozono que nos protege de la radiación solar.
Otros proyectos en curso estudian el efecto de las partículas de carbono negro producidas por la combustión de hidrocarburos o incendios forestales que vuelan hasta la Antártida y se posan sobre su nieve, sus glaciares o sus grandes barreas de hielo, lo que reduce su capacidad de reflejar la luz y aumenta la velocidad de su derretimiento.
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El derretimiento del hielo que rodea la Antártida limita las posibilidades de anidar al pingüino emperador cuyas poblaciones disminuyen, en tanto que otros pingüinos o animales marinos se ven obligados a nadar cada vez mayores distancias para encontrar alimento producto de la presión de la actividad pesquera sobre el krill.
Walter Mac Cormack, director del Instituto Antártico Argentino (IAA), organismo que coordina las políticas científicas en la Antártida, afirmó a Télam que «la presencia de forma continua de nuestro país en la Antártida es la más extensa en la historia del continente y representa un enorme mérito; es el resultado del esfuerzo continuo de numerosos y diferentes actores de la actividad antártica coordinando una tarea compleja».
«Científicos y técnicos, fuerzas armadas, diplomáticos y funcionarios públicos han puesto y siguen poniendo un gran esfuerzo para mantener lo que hoy es, bajo las normas del tratado antártico, el motivo central de la presencia humana en Antártida que es la investigación científica», valoró.
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Para el investigador, la ciencia en la Antártida argentina enfrenta diversos desafíos, que se reflejan en sus líneas prioritarias actuales y consideró que el más relevante es avanzar en el conocimiento de los efectos del cambio climático y el calentamiento global.
El cuidado del medio ambiente antártico, la reducción del impacto antropogénico y el desarrollo de posibles estrategias de remediación es otro de los grandes desafíos.
En este sentido, Argentina trabaja activamente en el desarrollo y aplicación de procesos de biorremediación de suelos afectados por la presencia de hidrocarburos utilizando microorganismos autóctonos.
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«Esto representa un conocimiento científico que podrá sentar las bases para el desarrollo de nuevos productos y tecnologías con aplicación comercial e industrial de alto valor agregado para nuestro país», subrayó Mac Cormack.
En el campo de la conservación y remediación del medio ambiente antártico, también se ha iniciado una línea de trabajo sobre la detección, identificación y posibilidad de degradación de los microplásticos presentes en el ambiente marino antártico.
La contaminación por microplásticos representa un serio problema que afecta a todos los mares, incluidos los antárticos; este trabajo se realiza en conjunto con la International Atomic Energy Agency (IAEA) y recientemente se lanzó oficialmente su inicio en territorio antártico, con la presencia del presidente Javier Milei, varios ministros y el director general de la IAEA, Rafael Grossi.
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Las investigaciones respecto de la conservación de los recursos vivos de los mares australes incluyen el monitoreo permanente de especies clave para identificar y mitigar los impactos de origen humano, asociados principalmente a las pesquerías, y distinguirlos de aquellos que provienen de fuentes naturales, lo cual resulta fundamental para diseñar y promover medidas de conservación en el ámbito del Sistema del Tratado Antártico.
El IAA también coordina estudios de las conexiones entre la Antártida y el territorio Sudamericano argentino, cuyo objetivo es develar las íntimas relaciones biogeográficas entre ambas regiones, tanto actuales como las del pasado geológico.
Según el último Plan Anual Antártico, la Campaña 2023/24 comprende la ejecución de 51 proyectos de investigación distribuidos en 88 grupos de trabajo (ya que varios proyectos requieren el despliegue de varios grupos de trabajo en diferentes bases o campamentos).
FUENTE: TÉLAM.
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