El caso de Beatriz Sarlo abre una fuerte polémica sobre los límites legales de los testamentos informales. La falta de un testamento público y las ambigüedades en su mensaje escrito podrían dejar su herencia, incluida su obra intelectual, en manos del Estado porteño.
Mensajes en papel o escritos en el celular no tienen validez automática. Para ser considerados válidos deben ser sometidos a una pericia caligráfica que puede tardar meses, sin posibilidad de consultar al autor fallecido. La ley exige claridad y testigos.
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Frases como “dejo el departamento al portero” o “encargo mi gata” generan dudas sin un marco legal claro. Solo un testamento formal ante escribano y con testigos puede evitar interpretaciones que dilaten la sucesión o la vuelvan conflictiva.
Si el testamento ológrafo es invalidado y su exmarido —con quien nunca se divorció legalmente— queda excluido como heredero, todos sus bienes, incluido su legado cultural, pasarían al Estado. La situación podría sentar jurisprudencia.
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Allegados aseguran que Sarlo pensaba dejar a una crítica literaria como albacea. Pero no lo formalizó. El caso refleja la importancia de planificar legalmente el destino de los bienes y el legado cultural para asegurar que se respete la voluntad personal.
Fuente: Infobae.
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