A los 17 años, Lautaro Arjona se convirtió en el nadador más joven en cruzar el Río de la Plata. Su hazaña, que abarcó más de 42 kilómetros, es un testimonio de su esfuerzo y determinación.
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Con solo 17 años, Lautaro «Calamaro» Arjona inscribió su nombre en la historia del deporte argentino al convertirse en el nadador más joven en cruzar el Río de la Plata. Enfrentando las aguas turbulentas entre Colonia de Sacramento y Punta Lara, recorrió más de 42 kilómetros en un desafío que puso a prueba tanto su resistencia física como su fortaleza mental.
Este logro no es fruto de la casualidad, sino de años de trabajo y dedicación. Lautaro comenzó a nadar a los 10 años en el Club Mendoza de Regatas, donde rápidamente se destacó por su resistencia en las pruebas de largas distancias. Desde los 14 años, el joven mendocino se inclinó por las competencias de aguas abiertas, descubriendo en ellas su verdadera pasión. «Mi primera carrera de aguas abiertas fue a los 14. Desde ahí me di cuenta de que me gustaba más que la pileta», confesó el nadador.
La idea de cruzar el Río de la Plata surgió hace dos años, cuando escuchó hablar de otro nadador que había logrado el desafío. «Me quedó la idea, pero todavía no estaba preparado. Hace seis meses comencé un entrenamiento específico para ver si podía cruzarlo», explicó. A partir de ese momento, Lautaro intensificó su entrenamiento, alcanzando jornadas de hasta 20.000 metros diarios en la pileta.
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Claudio Capezzone, uno de sus entrenadores, destacó que Lautaro no se caracteriza por la velocidad, sino por su increíble capacidad de aguantar largas distancias. «Él tiene una mentalidad de hierro. Lo entrenamos como si estuviera corriendo una maratón, pero en el agua», comentó. Además, contó con el apoyo del equipo de entrenadores del Club Regatas y de Gustavo Oriozabala, quien lo acompañó en todo momento durante la travesía.
El desafío de la travesía fue mental tanto como físico. Lautaro, quien se alimentó cada 30 minutos con productos energéticos como membrillo, bananas y chocolate, contó que el mayor reto fue mantenerse concentrado. «Cuando el cansancio llega, hay que enfocarse y repetirse que hay que llegar», relató.
Además de su impresionante logro deportivo, Lautaro tiene un espíritu solidario. Hace un año y medio, nadó durante ocho horas seguidas en la pileta de su club para recaudar fondos para la operación de un exnadador. «Me enteré de su situación y pensé que podía hacer algo para ayudar», expresó con humildad.
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La hazaña de Lautaro no solo lo convierte en el nadador más joven en cruzar el Río de la Plata, sino que también deja una lección profunda sobre la perseverancia, la pasión y el apoyo fundamental de quienes lo rodean. «Lo que más valoro es el apoyo de mi familia, mis amigos, mis entrenadores y el presidente del club. Sin ellos, esto no hubiera sido posible», concluyó emocionado.
A pesar de la magnitud de su logro, Lautaro mantiene los pies en la tierra y, aunque no sabe si habrá un recibimiento especial en Mendoza, se siente feliz con la huella que ha dejado en la historia del deporte argentino.
Fuente y foto: MDZ