La historia de Le Mans vivió un punto de inflexión en el año 2006 cuando Audi decidió dejar atrás el motor de gasolina para dar paso al diésel en la prueba más exigente del automovilismo de resistencia.
Ese cambio de paradigma no solo ayudó a la escudería de los cuatro aros a vencer, sino que también a marcar el inicio de una era de dominio en el circuito de La Sarthe.
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La primera piedra de aquel triunfo comenzó en 2000, cuando el Audi R8 venció con Frank Biela, Tom Kristensen y Emanuele Pirro al volante. Ese año el coche de la casa alemana alcanzó 368 vueltas en 24 horas, demostrando una superioridad que dejaría muy atrás tanto al Courage como al Panoz, que no pudieron dar más de 344 giros.
Durante casi una década, Audi venció en 13 de 18 ediciones de Le Mans, nueve de ellas de forma consecutiva. Además, en varias de esas carreras copó el podio con más de una unidad en los tres primeros puestos, demostrando así que no estaba jugando en igualdad de condiciones con el resto de escuderías.
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La llegada de 2006 con el motor diésel confirmó el triunfo de una estrategia muy arriesgada pero efectiva. La menor necesidad de repostar en comparación con los gasolina, junto con el excelente rendimiento de los TDI, le permitieron a Audi dar varias vueltas más que sus rivales sin tener que entrar tanto en boxes, aumentando así el margen de victoria.
Finalmente, aquel triunfo ayudó a que el diésel entrara en el debate de la alta competición, demostrando que la eficiencia también puede ir de la mano de la velocidad en el automovilismo. La era dorada de Audi en Le Mans tiene así en aquel 2006 un punto de inflexión en el que la ingeniería venció tanto a la fuerza bruta como al escepticismo de muchos en el paddock.
Fuente: XAKATA.