Científicos advierten sobre el impacto ambiental de la destrucción de satélites en la atmósfera. La falta de regulación podría agravar la contaminación a gran altitud.
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El aumento exponencial en el lanzamiento de satélites revolucionó las telecomunicaciones y la exploración espacial, pero también trajo consigo un problema ambiental poco estudiado: la contaminación de la estratósfera. Cada vez que un satélite es desintegrado en la atmósfera para evitar la acumulación de basura espacial, libera partículas metálicas que podrían alterar la química del aire de formas aún desconocidas.
Según el químico Daniel Murphy, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), la humanidad está introduciendo sustancias en la atmósfera sin comprender sus efectos. Estudios recientes revelaron que una de cada diez partículas en la estratósfera ya contiene residuos metálicos provenientes de la destrucción de satélites.
La Agencia Espacial Europea (ESA) informó que, aunque cada año ingresan 12.400 toneladas de material natural a la atmósfera, la actividad humana sumó 890 toneladas adicionales en 2019, cifra que sigue en ascenso. En particular, la presencia de litio en la estratósfera se ha multiplicado por diez debido a la quema de satélites, mientras que metales como el niobio y el cobre podrían estar desencadenando reacciones químicas inéditas.
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A pesar del posible impacto ambiental, la regulación es escasa. En EE.UU., la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) obliga a retirar los satélites de órbita en un máximo de cinco años, pero no ha evaluado las consecuencias de esta práctica. Mientras tanto, China, la Unión Europea y Rwanda avanzan con planes para lanzar miles de satélites sin normativas ambientales claras.
Frente a esta crisis emergente, algunos científicos sugieren reducir el tamaño de los satélites o fabricarlos con materiales menos contaminantes, como fibra de carbono o madera. Sin embargo, estas alternativas aún presentan desafíos y no han sido implementadas a gran escala.
Fuente: Infobae
Foto: Red 2030