En el aniversario de la independencia argentina, exploramos cómo el vino Malbec se convirtió en símbolo de la emancipación vínica del país.
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Siempre hay motivos para celebrar, ya sea con familia o amigos, y más si se trata de una de las fechas patrias más importantes de Argentina. Hace 208 años, 29 diputados se reunieron en San Miguel de Tucumán para concluir el proceso emancipador iniciado en mayo de 1810. Así, el 9 de julio de 1816, se declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, rompiendo formalmente los lazos con la monarquía española. Este hito histórico estuvo acompañado por el plan continental del general José de San Martín, quien sería el garante de dicha independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas.
Similar a la lucha por la independencia política, el vino argentino también ha recorrido un camino hacia su propia identidad. Hasta hace poco, los vinos argentinos se elaboraban siguiendo los modelos europeos, imitando los blends de Burdeos, los espumosos Champagne y los Pinot Noir y Chardonnay de Borgoña. Esta tendencia fue impulsada por la llegada de inmigrantes, en su mayoría italianos y españoles, y la admiración de los consumidores locales por los vinos importados.
El general San Martín, además de ser un patriota, era un conocedor y amante de los buenos vinos. En 1816, durante los preparativos para cruzar la Cordillera de los Andes, San Martín realizó un experimento para demostrar la preferencia de los argentinos por lo extranjero. En una cena, sirvió dos botellas de vino: una de Málaga etiquetada como de Mendoza y otra de Mendoza etiquetada como de Málaga. Sus invitados elogiaron el vino de Mendoza (que en realidad era de Málaga), demostrando que se dejaban influenciar por los rótulos extranjeros.
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Este experimento refleja la situación de la industria del vino argentino hasta los años ’90, cuando los mejores vinos nacionales se hacían imitando a los europeos. Sin embargo, con el cambio de milenio y la necesidad de Argentina de vender sus vinos al mundo, se hizo evidente que esta estrategia no era suficiente para conquistar mercados internacionales. Fue entonces cuando el Malbec se convirtió en el vino insignia del país, logrando «independizar» al vino argentino y darle una identidad propia.
El Malbec argentino se destaca por su calidad y diversidad, y es reconocido mundialmente por su carácter único. En los ’90, las bodegas argentinas se modernizaron y adoptaron barricas de roble francés y americano, lo que permitió mejorar la calidad de sus vinos. Hoy en día, Argentina tiene una participación del 3% en el mercado mundial del vino, con el Malbec representando el 60% de las exportaciones y siendo la variedad más plantada del país con casi 50,000 hectáreas.
Además del Malbec, Argentina produce otros vinos destacados como Torrontés y Criolla, así como variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Merlot. La independencia vínica de Argentina ha permitido a los productores explorar diferentes estilos de vinificación y terruños, lo que ha llevado a la creación de algunos de los mejores vinos del mundo.
Fuente: Infobae
Foto: Billiken
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