Un estudio reveló que el español es uno de los idiomas más veloces en términos de sílabas por segundo. Sin embargo, expertos aseguran que la rapidez no implica mayor eficiencia comunicativa.
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¿Alguna vez sentiste que alguien habla «a mil por hora»? Tal vez no sea solo percepción: estudios científicos han demostrado que algunos idiomas, como el japonés y el español, se pronuncian a una velocidad mucho mayor que otros. Según investigaciones realizadas por lingüistas de la Universidad de Lyon y publicadas en Science Advances, el japonés lidera el ranking con 7,84 sílabas por segundo, seguido muy de cerca por el español con 7,82.
Estos datos ubican al español como uno de los idiomas más rápidos del mundo en términos de articulación. Sin embargo, los investigadores aclaran que la cantidad de sílabas no equivale a una mayor velocidad comunicativa. Lo que realmente importa es la densidad de información: cuánto contenido transmite cada sílaba.
El estudio, liderado por François Pellegrino, demostró que idiomas como el inglés o el alemán, aunque más lentos al hablar, son más densos informativamente. Por ejemplo, una palabra inglesa como strength incluye múltiples sonidos complejos en una sola sílaba, lo que permite comunicar más con menos articulación.
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Más interesante aún es el hallazgo de que, pese a las diferencias en ritmo y estructura, todos los idiomas estudiados transmiten aproximadamente la misma cantidad de información: unos 39 bits por segundo. Este fenómeno sugiere que la evolución del lenguaje ha optimizado la forma en que el cerebro humano procesa información, sin importar la lengua que se hable.
El español, entonces, puede sonar más rápido que el inglés o el alemán, pero transmite menos información por sílaba. Es como comparar aves con alas grandes que baten lentamente, frente a otras más pequeñas que aletean a gran velocidad: el vuelo —o la comunicación— se mantiene equilibrado.
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Además, factores como el contexto emocional, el entorno o incluso la región influyen en la velocidad con la que hablamos. La percepción de «hablar rápido» muchas veces responde más a estos factores que a las características estructurales del idioma.
Por último, los investigadores advierten que la mayoría de los estudios se centran en idiomas europeos y de Asia Oriental, dejando fuera miles de lenguas que podrían aportar nuevas perspectivas a la pregunta. Ejemplos como el paamesa en Vanuatu, que codifica relaciones sociales en posesivos, muestran que el lenguaje es mucho más que velocidad.
Fuente y foto: DW