El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cerró su campaña con un acto en Río de Janeiro, la ciudad que lo «adoptó», donde en medio de un clima de liturgia evangélica habló de su agenda económica y de sus valores, y pidió que cada uno de los presentes «busque al menos un voto».
«Ustedes me adoptaron y yo fui muy feliz en esta tierra. Solo le pido a dios poder seguir haciendo mi trabajo por ustedes», dijo al principio de su discurso, en medio de una puesta en escena con figuras políticas y religiosas en el municipio de Campo Grande, en el oeste de Río de Janeiro.
«Más que pedirles el voto, les pido el empeño para que al menos consigan un voto cada uno. La virada ya sucedió, ahora solo queremos consolidar nuestra victoria», arengó desde uno de las localidades caracterizadas por la presencia de militares activos y retirados que forman grupos autónomos que lo respaldan en sus actos.
Y agregó: «El próximo domingo más que elegir un presidente estaremos eligiendo el futuro de nuestra nación».
El dilema que propuso a sus seguidores fue «orden y progreso o volver a las viejas prácticas de corrupción del PT (Partido de los Trabajadores)», «libertad o no», «nuestra familia o no», «que no se legalice el aborto y las drogas, ni la ideología de género para nuestro chicos» o lo contrario.
«Nuestra bandera jamás será roja», coreaban sus seguidores en la previa y durante el acto, alentados a los gritos por un animador con tono de pastor desde el escenario que estuvo apostado frente a la Iglesia Nuestra Señora del Destierro.
Durante su mensaje, Bolsonaro repasó algunos puntos de su agenda económica, como el Auxilio Emergencial (subsidio que lanzó durante la pandemia) y pidió que levante la mano quién de los presente lo había recibido.
Además, destacó la compra de 500 millones de vacunas contra el Covid-19 «para el que quisiera dársela» o que estaba «obligado», y, además, preguntó quién tenía la aplicación de pago online lanzada por el Gobierno, Pix, a la que le atribuyó la capacidad de contribuir a que miles de personas ingresen al mercado formal de trabajo.
En reiterados pasajes agitó el fantasma del comunismo: «Soy católico, mi esposa evangélica. Todos los días me levanto, doblo mis rodillas, rezo un padre nuestro y le pido a dios que este pueblo no experimente el dolor del comunismo».
«En mi gobierno no hay corrupción. Dicen que digo malas palabras, de vez en cuando las digo, pero no soy ladrón», dijo.
Como en la caravana de motos que hizo por la mañana en la Bajada Fluminense, en la región metropolitana del norte de Rio, lo acompañó el gobernador reelecto Claudio Castro (también de su espacio, el Partido Liberal).
Entre Bolsonaro y Lula da Silva, Brasil acudirá el próximo domingo a las urnas para definir, en una segunda vuelta, al próximo presidente.