Pocos lugares del mundo tienen un peso geopolítico tan significativo como el estrecho de Ormuz, un canal marítimo de entre 55 y 95 kilómetros de ancho que conecta el golfo Pérsico con el golfo de Omán y el mar Arábigo.
Esta vía no solo separa a Irán de la península Arábiga, sino que también representa un cuello de botella crucial para el comercio mundial de energía.
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Según datos del Strauss Center de la Universidad de Texas, por el estrecho circulan diariamente alrededor de 17 millones de barriles de petróleo, lo que equivale a entre el 20 y el 30% del consumo global. Esta concentración convierte al paso en uno de los puntos más sensibles y estratégicos del planeta, tanto para los países de la región como para las grandes potencias.
El estrecho de Ormuz también es fundamental para el comercio de gas natural y se caracteriza por tener aguas lo suficientemente profundas para el paso de buques de gran calado, lo que permite la circulación constante de enormes petroleros provenientes de puertos ubicados en Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes Unidos, entre otros.
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Controlado en parte por Irán, que limita al norte con el estrecho, y vigilado de cerca por fuerzas internacionales, este paso es frecuentemente foco de tensiones políticas, militares y diplomáticas. Cualquier interrupción en su actividad impactaría de manera inmediata en el mercado energético global.
Tanto por su ubicación privilegiada como por su rol como arteria energética del mundo, el estrecho de Ormuz seguirá siendo una pieza clave en el ajedrez geopolítico mundial, especialmente en contextos de conflicto en Medio Oriente.
Fuente: nationalgeographicla.