El Faro San Gregorio, abandonado en 1968, sigue siendo un enigma en la costa patagónica. Con su historia, su estructura y las leyendas que lo rodean, atrae a aquellos dispuestos a adentrarse en su enigmático pasado.
Ubicado en lo alto de la Isla Leones, en la provincia de Chubut, el Faro San Gregorio ha sido testigo de décadas de misterio. Con vistas panorámicas de la costa patagónica y el océano Atlántico, este faro, construido en 1968, estuvo operativo por solo 51 años antes de ser abandonado y reemplazado por una nueva estación. En su época de funcionamiento, la Armada de Argentina decidió desalojar a los torreros que habitaban la isla debido a las difíciles condiciones de acceso, dejando atrás una estructura aislada y solitaria.
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El faro, de 9 metros de altura y construido en hormigón, tiene un alcance de luz de 26 kilómetros. Se encuentra frente a la Isla Leones, en la bahía homónima, una zona remota descubierta por los españoles en 1746. La Armada justificó la construcción de este faro debido a lo complicado que resultaba recambiar a las dotaciones de torreros, quienes debían ser reemplazados por pequeñas embarcaciones. A lo largo de los años, el faro nunca fue tripulado y, en la actualidad, funciona con paneles solares, como muchos de los faros de la costa argentina.
Sin embargo, el Faro San Gregorio es más conocido por las leyendas que lo envuelven. Los antiguos torreros de la isla afirman haber experimentado fenómenos extraños: ruidos inexplicables, objetos que se movían sin razón aparente y presencias que desaparecían en la oscuridad. Estos relatos han cimentado su reputación como un «faro maldito», convirtiéndolo en un destino fascinante para los curiosos y aventureros que se atreven a acercarse.
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Además de los relatos de fenómenos paranormales, el faro tiene características que alimentan el misterio. Su estructura, de once vértices, está rodeada de detalles numerológicos. Los antiguos tubos de acetileno que alimentaban el sistema de iluminación se quedaron en el edificio, y los torreros solían referirse al número 11 como un elemento recurrente dentro del faro, como el número de vértices en la torre o los tubos abandonados.
El faro, enclavado a 80 metros sobre el nivel del mar, sigue siendo una imagen solitaria frente a la vastedad del océano. Aunque el acceso a la isla es complicado y peligroso, los guías turísticos como Viviana López siguen llevando a los aventureros hacia este punto emblemático del fin del mundo, donde la historia, el misterio y la naturaleza se encuentran en un solo lugar.
Fuente: Infobae