Hace 20 años, el magnetar SGR 1806-20, ubicado a 50.000 años luz, protagonizó un estallido de rayos gamma sin precedentes que marcó un hito en la historia de la astronomía.
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El 27 de diciembre de 2004, la humanidad fue testigo indirecto de un fenómeno que estremeció al cosmos. Desde una distancia de 50.000 años luz, el magnetar SGR 1806-20, una estrella de neutrones situada en la constelación de Sagitario, liberó una explosión de rayos gamma tan poderosa que aún hoy se recuerda como la explosión más fuerte registrada por los humanos.
Este magnetar, conocido por ser el objeto más magnético del universo, ya era objeto de estudio desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su estallido lo catapultó al centro de las investigaciones científicas. En tan solo 0,02 segundos, liberó la misma cantidad de energía que el Sol genera durante 250.000 años, superando 100 veces cualquier explosión cósmica registrada hasta entonces.
Con un diámetro inferior a 20 kilómetros, pero con una velocidad de rotación de 7,5 segundos y una superficie que se desplaza a 30.000 km/h, el magnetar SGR 1806-20 no solo impresiona por sus características físicas, sino también por las consecuencias que su explosión pudo haber tenido si hubiera estado más cerca de la Tierra.
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Afortunadamente, la distancia de 50.000 años luz salvó a la humanidad de un desastre catastrófico. Expertos aseguran que, si este fenómeno hubiera ocurrido a tan solo 10 años luz, sus efectos podrían haber sido devastadores, incluyendo la destrucción de la capa de ozono, la alteración del clima global, la pérdida de la atmósfera y la extinción masiva de la vida en el planeta.
El magnetar SGR 1806-20, cuyo descubrimiento data de 1979, continúa siendo estudiado por los astrónomos debido a su impresionante magnetismo y su capacidad para generar explosiones de energía que reconfiguran nuestro entendimiento del universo. A dos décadas de aquel suceso histórico, los avances en el estudio de los magnetares podrían ayudarnos a comprender mejor estos fenómenos extremos y su impacto en el cosmos.
Fuente y foto: Billiken