La incorporación de inteligencia artificial (IA) en los procesos de Recursos Humanos crece sin freno. Más del 40% de las grandes empresas ya emplea algoritmos para preseleccionar candidatos, analizar entrevistas o incluso predecir rendimientos laborales, según datos de la consultora Gartner.
Pero aunque prometen eficiencia y objetividad, los sistemas automatizados pueden esconder un riesgo: replicar prejuicios históricos si no son debidamente entrenados.
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En teoría, la IA permite reducir sesgos humanos y agilizar decisiones basadas en datos. Los algoritmos, a diferencia de los reclutadores tradicionales, no se dejan llevar por la edad, el género o la apariencia física. Sin embargo, si los datos de entrenamiento reflejan desigualdades del pasado, las decisiones también lo harán. Tal fue el caso de Amazon, que debió desactivar su IA de selección al descubrir que penalizaba sistemáticamente a las mujeres en áreas técnicas.
“La inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa, siempre que se use con criterio ético y supervisión constante”, afirma Jimena Ferreño, directora de TR Consultores. “Si se diseña con enfoque inclusivo, permite identificar talento oculto, mejorar la experiencia de los postulantes y liberar a los equipos humanos de tareas operativas para enfocarse en aspectos más estratégicos”, agregó.
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Sin embargo, también se han detectado casos de discriminación algorítmica vinculados a la edad, el acento o incluso nombres asociados a ciertos grupos étnicos. En América Latina, algunas empresas tecnológicas, bancos y startups ya aplican filtros automáticos que analizan entrevistas por video mediante reconocimiento facial o de voz, sin regulación clara al respecto.
Ante este escenario, la Unión Europea ya trabaja en una legislación que exige auditorías de los algoritmos usados en selección de personal. En Argentina, en cambio, el debate recién comienza. Mientras tanto, los especialistas aconsejan un uso mixto: tecnología sí, pero con mirada crítica y sensibilidad humana. Porque, aunque la IA avanza, aún no puede reemplazar el juicio, la empatía ni la experiencia de un buen profesional en gestión de talento.
Fuente: La Gaceta.