Gracias a un proyecto iniciado por el INTA, la producción de peonías en Trevelin se consolidó como una alternativa exportadora que genera empleo local y valor agregado con ciencia y dedicación.
En el corazón de la Patagonia, un proyecto iniciado hace más de dos décadas por el INTA en Trevelin transformó un ensayo técnico en una realidad productiva: la exportación de peonías a mercados tan exigentes como Estados Unidos, Holanda y Brasil. Lo que comenzó como una prueba en el Campo Experimental de Aldea Escolar, hoy es una actividad económica en expansión que ya ocupa 6 hectáreas en la región.
La idea surgió a principios de los años 2000, cuando una delegación del INTA observó el potencial de estas flores en Europa y decidió introducir los primeros rizomas en el suelo patagónico. “La peonía se adaptó muy bien a nuestro clima y a una ventana productiva estratégica que nos permite exportar cuando el hemisferio norte no produce”, cuenta Segundo Bobadilla, ingeniero agrónomo del INTA Esquel.
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El desarrollo técnico, sumado a convenios con empresas como Flores Patagonia S.A., permitió consolidar el cultivo de la peonía lactiflora. Pero el camino no fue fácil. Durante los primeros años, varios cargamentos se perdieron por fallas en la cadena de frío. El uso de data loggers reveló que las temperaturas superaban lo recomendado durante el transporte, lo que arruinaba las flores. Hoy, con una logística perfeccionada, las exportaciones se concentran entre noviembre y diciembre, antes de que el mercado global se retraiga por las fiestas.
El cultivo no solo genera divisas sino también empleo local. Tareas como el despimpollado y la cosecha requieren precisión y dedicación, lo que convierte a la floricultura en una actividad intensiva que capacita trabajadores y diversifica la matriz productiva de la región.
Además de las peonías, el INTA acompañó la incorporación de otras especies ornamentales como narcisos, jacintos, iris y allium. También organizó jornadas nacionales que posicionaron a Trevelin como un polo florícola de referencia en el país.
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“El valor de una flor va más allá de lo estético: mejora la salud emocional, aporta bienestar y es resiliente incluso en tiempos de crisis. Las flores siempre hacen bien”, concluye Bobadilla.
Hoy, cada peonía que parte desde Trevelin no solo representa una exportación más, sino una historia de ciencia, trabajo y territorio que florece con identidad propia.
Fuente y foto: Ministerio de Economía de la Nación.