En octubre de 1582, los habitantes de varios países europeos despertaron en una fecha inesperada. El papa Gregorio XIII eliminó 10 días del calendario para corregir un error astronómico acumulado por siglos.
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La noche del 4 de octubre de 1582 quedó marcada en la historia como una de las más inusuales. Al despertar, los ciudadanos de Italia, España, Francia y Portugal descubrieron que el día siguiente no era 5 de octubre, sino 15. Este inesperado “salto en el tiempo” no fue producto de un fenómeno paranormal ni de una confusión masiva, sino de una decisión administrativa crucial: la adopción del calendario gregoriano.
El cambio fue impulsado por el papa Gregorio XIII para corregir las imprecisiones del calendario juliano, instaurado por Julio César en el año 46 a.C. Este sistema, aunque innovador en su época, contenía un pequeño error en el cálculo de la duración del año, lo que con el tiempo provocó un desfase de casi 10 días. Aunque astrónomos como los del rey Alfonso X de Castilla ya habían identificado la discrepancia siglos antes, la urgencia de la reforma surgió cuando afectó la celebración de la Pascua.
Para evitar que la festividad cristiana se desfasara aún más respecto a la primavera, Gregorio XIII ordenó eliminar 10 días del calendario y establecer un nuevo sistema que ajustara mejor el tiempo al ciclo solar. Así nació el calendario gregoriano, que pronto fue adoptado por los países católicos.
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Sin embargo, su implementación no fue uniforme en todo el mundo. Naciones protestantes y ortodoxas rechazaron inicialmente la reforma, lo que provocó una disparidad temporal entre los países. Gran Bretaña y sus colonias no adoptaron el nuevo calendario hasta 1752, mientras que Rusia esperó hasta 1918, tras la Revolución de Octubre.
A pesar de las resistencias, el calendario gregoriano se convirtió en el estándar global, demostrando ser un sistema más preciso para medir el tiempo. Hoy en día, sigue siendo utilizado en la mayor parte del mundo, aunque algunas culturas mantienen sus propios calendarios para eventos religiosos o tradicionales.
El cambio impulsado por Gregorio XIII no solo corrigió un error astronómico, sino que dejó una huella imborrable en la forma en que las sociedades organizan el tiempo. Como destacó National Geographic, la noche del 4 de octubre de 1582, que “duró” 10 días, es un claro ejemplo de cómo la ciencia, la religión y la política se entrelazaron para moldear la historia.
Foto: Archivo