Mientras SpaceX apunta a 2029 y la NASA considera 2040 como una meta ambiciosa, científicos de todo el mundo advierten sobre los enormes retos técnicos, éticos y humanos que implica colonizar Marte.
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La carrera por llevar humanos a Marte se intensifica. Mientras Elon Musk afirma que SpaceX podría lograrlo en 2029, la NASA considera que alcanzar esta meta para 2040 sería un logro “audaz”. Por su parte, China también se suma a la competencia con un proyecto para instalar una estación autónoma en Marte hacia 2038. Sin embargo, más allá del entusiasmo y las promesas, el camino hacia el planeta rojo está lleno de complejidades.
Uno de los principales argumentos para colonizar Marte es asegurar la supervivencia de la especie humana ante posibles catástrofes globales. Desde el punto de vista científico, el planeta rojo también ofrece la posibilidad de encontrar rastros de vida y entender mejor el origen del universo. Según Robert Zubrin, presidente de The Mars Society, Marte y la Tierra compartieron condiciones similares en sus primeros tiempos, lo que sugiere que la vida pudo haberse originado allí también.
Pero los desafíos técnicos son enormes. El aterrizaje en Marte es especialmente difícil debido a la delgada atmósfera del planeta, que hace ineficaz el uso de paracaídas tradicionales. La NASA denomina a este proceso como “siete minutos de terror” debido a la precisión extrema que requiere. Además, futuras misiones deberán aterrizar equipos que superen las 20 toneladas, algo que aún no se ha logrado.
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Otro obstáculo importante es la radiación. Marte no tiene un campo magnético global ni una atmósfera densa que proteja de los rayos cósmicos y la radiación solar. Estudios de la NASA indican que un viaje de ida y vuelta al planeta rojo expondría a los astronautas a niveles peligrosos. Entre las soluciones propuestas está la construcción de hábitats subterráneos o la utilización del regolito marciano como escudo protector.
Los sistemas de soporte vital también son críticos. Transportar oxígeno, agua y alimentos desde la Tierra no es viable, por lo que se están desarrollando tecnologías de utilización de recursos in situ. SpaceX, por ejemplo, planea producir combustible en Marte a partir del agua helada y el dióxido de carbono presentes en la atmósfera. A pesar de los avances, estas tecnologías aún no han sido probadas en el entorno marciano.
La salud física y mental de los astronautas es otro factor determinante. Un viaje a Marte puede durar hasta tres años, incluyendo el tiempo de estadía. Durante ese período, los tripulantes estarán expuestos a la microgravedad, el aislamiento, la demora en las comunicaciones (hasta 22 minutos por dirección) y otros factores que pueden afectar su bienestar general.
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En paralelo, las exigencias de ingeniería y económicas también son considerables. Desarrollar infraestructuras para resistir las condiciones extremas de Marte —tormentas de polvo, frío intenso y fallos técnicos— requiere soluciones robustas. El sistema de reabastecimiento orbital que SpaceX considera clave aún no se ha implementado a gran escala. Además, se estima que una misión humana costaría decenas de miles de millones de dólares.
Finalmente, existen dilemas éticos y ambientales. Algunos expertos critican que se destinen tantos recursos a la exploración espacial mientras persisten problemas urgentes en la Tierra como la pobreza y el cambio climático. Además, la contaminación biológica de Marte con microorganismos terrestres podría comprometer la búsqueda de vida autóctona.
Frente a estos desafíos, el sueño de pisar Marte sigue vivo, pero su realización exigirá más que solo tecnología: será necesaria una reflexión profunda sobre nuestras prioridades como civilización, nuestro cuidado del medio ambiente y la salud de quienes se aventuren hacia lo desconocido.
Fuente: Infobae
Foto: Archivo