La longevidad animal no solo depende del tamaño del cerebro, sino también del sistema inmunitario, según una investigación internacional.
Aunque ya era sabido que los gatos suelen vivir más que los perros, un reciente estudio científico reveló nuevas razones detrás de esa diferencia. Según un equipo de investigadores liderado por la Universidad de Bath, la clave estaría tanto en el tamaño del cerebro como en la complejidad del sistema inmunológico.
El trabajo, publicado en Scientific Reports, analizó el potencial máximo de vida de 46 especies de mamíferos. A diferencia de la esperanza de vida promedio, este indicador considera la duración máxima registrada de una especie. Al cruzar estos datos con la información genética, los científicos descubrieron que las especies más longevas comparten más genes relacionados con el sistema inmune.
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En el caso de los gatos, su mayor longevidad frente a los perros se debería a una combinación de factores evolutivos, ecológicos y reproductivos, pero también a una ventaja inmunológica. El estudio muestra que, además de tener cerebros relativamente grandes, su sistema inmune estaría mejor preparado para eliminar células dañadas, combatir infecciones y prevenir enfermedades como el cáncer.
Los investigadores también compararon a gatos con otras especies. Ballenas y delfines, por ejemplo, viven hasta 100 y 39 años respectivamente, y tienen cerebros grandes. En cambio, ratones o hámsters, con cerebros pequeños, no superan los dos años de vida. Sin embargo, especies como murciélagos y ratas topo demuestran que, incluso con cerebros pequeños, una buena inmunidad puede extender la vida considerablemente.
«Las especies con cerebros más grandes no solo viven más por razones ecológicas. Sus genomas también muestran expansiones en genes clave para la supervivencia», explicó Benjamín Padilla-Morales, autor principal del estudio. “El sistema inmune ha sido clave en la evolución de una vida más larga entre los mamíferos”.
Con información de WIRED.