Las jirafas, los animales más altos del mundo, enfrentan una drástica reducción de su población que en solo 15 años pasó de 140 mil a 117 mil ejemplares. Su singular anatomía y hábitos hacen de ellas criaturas únicas, pero también vulnerables ante amenazas ambientales y la pérdida de hábitat.
Una característica llamativa es que las jirafas solo necesitan beber agua una vez por semana. Esto se debe a la dificultad que implica para ellas agacharse a beber en ríos o lagos, una posición que las expone a depredadores. Por eso, obtienen la mayoría de su hidratación de las plantas que comen, adaptándose biológicamente para sobrevivir con poca agua directa.
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El período de gestación en las jirafas dura hasta 15 meses, y sus crías nacen de pie, cayendo desde más de 1.5 metros al suelo, lo que les obliga a levantarse rápido para evitar peligros. Además, estas gigantes no solo se destacan por su altura: su lengua mide más de 50 centímetros, y la usan para alimentarse de las hojas de acacia en las copas de los árboles, inaccesibles para otros herbívoros.
La clasificación científica de las jirafas es compleja; mientras antes se las consideraba una sola especie con subespecies, estudios recientes sugieren que existen cuatro especies distintas, cada una con patrones de pelaje únicos. Estos mamíferos suelen vivir en grupos pequeños y los machos, en ocasiones, pelean con sus cuellos en combates que rara vez son peligrosos.
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Ser el animal más alto implica ventajas para detectar depredadores desde lejos, pero también desafíos. Beber agua es un momento vulnerable, y por ello las jirafas han evolucionado para depender poco de fuentes líquidas. Celebrar el Día Mundial de la Jirafa es una oportunidad para reflexionar sobre la conservación de esta especie y la importancia de proteger su hábitat en África.
Fuente: nationalgeographicla.