El hornero, ave emblemática y querida en toda la Argentina, suele llamar la atención al instalarse en los rincones más insólitos de una casa, especialmente en las ventanas. Esta conducta no es casual, ni caprichosa: responde a un comportamiento instintivo que garantiza la seguridad y bienestar de sus crías.
Según especialistas, las ventanas ofrecen una base sólida, una ubicación elevada lejos de depredadores y buena exposición al sol. Estos factores convierten a los marcos y repisas en un sitio ideal para que la pareja de horneros construya su típico nido de barro, esa estructura única que parece una pequeña hornalla.
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La cercanía con los humanos, lejos de ahuyentarlos, puede incluso ser beneficiosa para estas aves. Mientras no se generen movimientos bruscos ni intentos de destruir el nido, los horneros no ven al ser humano como una amenaza directa. Por eso, es habitual que elijan casas habitadas para criar a sus pichones.
Además de ser inofensivos, los horneros están protegidos por leyes de conservación. Interferir con su nido puede representar un daño a una especie nativa valorada tanto por su papel ecológico como por su significado cultural. En muchas zonas del país, su presencia se asocia con la buena suerte y el trabajo perseverante.
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Ver a un hornero construir es presenciar un acto de naturaleza pura. Estas pequeñas aves nos enseñan que incluso en entornos urbanos, la fauna encuentra maneras creativas de adaptarse. Si uno aparece en tu ventana, podés considerarte afortunado: es un visitante silencioso, laborioso y encantador.
Fuente: TyC Sports.