Puede provocar desde molestias leves hasta problemas de salud graves, según el tipo de hongo y la cantidad ingerida.
El moho está presente en muchos alimentos, desde frutas y panes hasta productos lácteos. Aunque algunos hongos son comestibles —como los del queso azul—, otros pueden resultar perjudiciales para la salud si se ingieren accidentalmente.
Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), consumir productos con moho puede causar reacciones alérgicas, irritaciones, trastornos gastrointestinales y, en casos más severos, intoxicaciones por micotoxinas. Estas toxinas pueden dañar órganos como el hígado o los riñones, y en algunos casos, provocar efectos neurológicos o incluso cáncer.
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Algunos tipos de moho, como el Aspergillus, pueden liberar aflatoxinas, sustancias cancerígenas que se hallan especialmente en frutos secos, maíz, arroz y especias. Estas toxinas son resistentes al calor y a los procesos industriales, por lo que su presencia no siempre se elimina al cocinar.
Los expertos advierten que, aunque solo una parte del alimento parezca contaminada, el moho puede extenderse invisiblemente. Por eso, la regla general es desechar cualquier alimento que lo presente, salvo casos puntuales como quesos duros o verduras compactas, que pueden salvarse si se retira una porción generosa alrededor del área afectada.
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Desde la Clínica Cleveland señalan que, si bien consumir pequeñas cantidades de moho sin querer no suele provocar consecuencias en personas sanas, ante síntomas como vómitos, diarrea o irritación, lo mejor es consultar con un profesional.
La prevención comienza antes de que el alimento llegue a la mesa: una conservación adecuada, controles agrícolas y ambientes secos y ventilados son claves para evitar la formación de moho y la aparición de micotoxinas.
Con información de WIRED.