El padre Lucio, como todos lo llamaban, fue párroco de María Auxiliadora, única parroquia católica en la época de los 70, hasta 1983 cuando fue trasladado a Junín de los Andes.
En ese periodo fomento los Centros Comunitarios, dio inicio a la obra del Santuario del barrio San Martin como un homenaje a la paz entre Argentina y Chile, luego del acuerdo de paz por el conflicto del Beagle, también fue el comienzo de la cercanía a las poblaciones de la Meseta con las tradicionales misiones y esa presencia siempre afectiva en cada contacto con los vecinos y vecinas y la atención de un espacio de desayuno y juegos para quienes lustraban o vendían diarios en la calle.
Una iglesia hogar, donde se recoge la vida y la esperanza del pueblo, donde se vive la fraternidad y al mismo tiempo la contagia y la promueve. Esa ha sido la idea pastoral de este sacerdote tan recordado y presente en la memoria colectiva no solo de feligreses sino de hombres y mujeres de buena voluntad.
Ya en su segunda estadía en la ciudad en el periodo 1989-1995, siguió acercado la parroquia a las barriadas y tuvo presencia de acompañamiento con las comunidades mapuche tehuelche de la meseta central norte, llegando a compartir el proceso de la reforma de la Constitución Provincial y la incorporación de los derechos indígenas a la misma.
Quienes compartieron la tarea pastoral con él, tanto como aquellos que recibieron su abrazo cercano o una palabra de aliento y esperanza, lo hacen presente con memoria agradecida y también continuando esa tarea que el siempre alentó, de estimular la participación organizada, despertando la dignidad y las capacidades dormidas, para permitir que la vida se despliegue, que las personas y los grupos crezcan.
