Espacios para romper objetos ganan popularidad en Kenia como alternativa para canalizar emociones en un contexto de estigmatización de la salud mental.
En Kenia, las salas de ira se están convirtiendo en un fenómeno cultural en respuesta a los crecientes desafíos sociales y económicos. Estos espacios, donde las personas pueden romper objetos como botellas y electrodomésticos en un entorno controlado, ofrecen una salida para liberar tensiones.
Wambui Karathi, una psicóloga de 23 años, fundó The Healing Room en 2024, inspirándose en la popularidad de estas salas en países como Japón y Estados Unidos. Según Karathi, “el rage room no sustituye la terapia, pero puede ser un complemento útil”. Además de las sesiones para romper objetos, este espacio también ofrece apoyo psicológico para abordar las causas subyacentes del estrés.
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Los participantes ingresan con ropa protectora y herramientas como bates, desahogando sus frustraciones en un ambiente seguro. Para clientes como Daniel Gatimu, esta experiencia es una alternativa saludable frente a las presiones económicas y sociales. Otros, como Kinya Gitonga, afirman sentirse más livianos y emocionalmente equilibrados después de cada sesión.
La popularidad de estas salas coincide con una crisis de salud mental en Kenia, donde el 23% de la población enfrenta problemas emocionales, pero el acceso a servicios adecuados es limitado. El estigma hacia la terapia sigue siendo un desafío importante, percibiéndose como un recurso para casos graves más que para problemas cotidianos.
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Los rage rooms, aunque no reemplazan la terapia, son reconocidos por ofrecer alivio temporal al estrés. Según expertos, estas actividades físicas ayudan a reducir el cortisol, la hormona del estrés, proporcionando un respiro emocional para quienes no encuentran otras vías de expresión.
Con testimonios como “Aquí se salvaron vidas” escritos en sus paredes, las salas de ira también promueven una narrativa positiva sobre la gestión emocional, fomentando la comunidad y el bienestar mental.
Fuente: Infobae.