En un escenario donde la cultura hegemónica impone lo individual sobre lo colectivo, el Hip Hop atraviesa un momento de expansión desigual.
Su estética domina los grandes escenarios, pero su raíz política y comunitaria se diluye. Hoy, más que nunca, se vuelve urgente recuperar el verdadero espíritu del Hip Hop: la ronda como espacio de encuentro, transmisión y resistencia.
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Aunque los sonidos del rap y el R&B, junto con su estética característica —trenzas, durags, prendas oversized y uñas decoradas— ganan terreno en la industria musical, esto no siempre significa un reconocimiento real del movimiento. Muchas veces, artistas ajenos al Hip Hop toman estos elementos sin visibilizar su origen ni el contexto de estigmatización que los rodeó durante décadas.
Lo mismo ocurre con los bailes sociales que nacieron en comunidades negras, como el Breaking o el Dancehall. Sus pasos se replican en videoclips y festivales sin mencionar su historia. El Hip Hop está presente en forma, pero ausente en contenido. Como advierten referentes del movimiento, la industria no rechaza más al Hip Hop: lo adopta y lo comercializa, pero vaciado de su sentido transformador.
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La expansión actual del Hip Hop en Argentina no es homogénea: conviven espacios profundamente comunitarios con otros marcados por la lógica del mercado. En este contexto, cobra relevancia el lema fundacional del movimiento: “Each one, teach one” (cada uno enseña a otro). Un principio que remite a la resistencia afrodescendiente y a una tradición cultural basada en la cooperación, la memoria y la transmisión.
Frente al avance de discursos racistas y excluyentes, el Hip Hop debe volver a su centro: la ronda. Sin ese espacio de diálogo, celebración y comunidad, pierde su fuerza transformadora. Hoy, más que nunca, fortalecer lo colectivo y cuidar los espacios de pertenencia es también una forma de resistencia.
Fuente: Página 12.