Rodeado por dos cadenas montañosas muy distintas: la Sierra del Tontal al oeste y la Sierra del Pedernal al este, este valle se ha convertido en un auténtico tesoro para la industria vinícola argentina.
La geografía única de esta región, con una altitud promedio de alrededor de 1400 metros sobre el nivel del mar, proporciona un clima más fresco para sus viñedos en comparación con las tierras bajas, que se ubican a unos 600 metros. En promedio, el Valle del Pedernal experimenta temperaturas alrededor de 8°C más bajas que las tierras bajas. Durante la maduración de las uvas, la región rara vez supera los 28 grados Celsius, lo que se combina con noches notablemente frescas y días extremadamente luminosos.
La geografía también influye en la diversidad de suelos en la región. Las laderas que descienden desde la Sierra del Tontal hacia el este están llenas de pedernales, piedras laminares y sólidas que históricamente se utilizaron para encender fuegos, lo que da nombre al valle. Mientras tanto, las pendientes hacia el oeste, desde la Sierra del Pedernal, presentan suelos calcáreos meteorizados a partir de rocas calcáreas.
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Sin embargo, el Valle del Pedernal enfrenta desafíos notables, como la escasez de agua que requiere el bombeo desde napas subterráneas profundas y las heladas que afectan a las zonas más bajas debido a las pronunciadas pendientes.
Estos factores únicos han dado lugar a vinos que reflejan una identidad excepcional. Con alrededor de 800 hectáreas de viñedos plantados en la región, hay un potencial para producir hasta 10 millones de botellas al año. Aunque los primeros viñedos datan de la década de 1990, el verdadero auge comenzó alrededor del año 2000, cuando las bodegas mendocinas multiplicaron sus plantaciones en la zona del Pedernal.
El Valle del Pedernal se está convirtiendo en una auténtica joya en la corona del vino argentino, un lugar donde la tierra, el clima y la pasión de los vinicultores se unen para crear vinos excepcionales que merecen la atención del mundo.
Fuente: Andino