Dos investigaciones lideradas por equipos del CONICET confirman que la enfermedad ya existía en el continente antes de la llegada de los europeos.
Por primera vez, un grupo de científicos logró detectar evidencias de lepra en restos humanos prehispánicos de América. Se trata de dos estudios paralelos en los que participan investigadores del CONICET, y que fueron publicados en las revistas Science y Nature Ecology & Evolution. Ambos hallazgos cuestionan la idea de que la enfermedad fue introducida tras la conquista y revelan cómo el patógeno pudo haberse originado y expandido de forma autóctona.
Los equipos del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR, CONICET-UNC) encontraron rastros de Mycobacterium lepromatosis, una bacteria causante de la lepra, en restos óseos de Chile, Canadá y Argentina, con una antigüedad de hasta 4000 años. “Nuestros resultados refutan la idea de que la lepra fue traída por los europeos”, señaló Darío Ramírez, becario doctoral del CONICET.
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En Chile, el hallazgo provino de restos en sitios arqueológicos del norte, mientras que en el estudio internacional publicado en Science, se identificaron tres casos más en Canadá y Argentina. La presencia de la misma cepa en puntos tan distantes del continente sugiere una rápida dispersión precolombina de la enfermedad.
“El hallazgo demuestra que estos dos patógenos responsables de la misma enfermedad evolucionaron por separado en lados opuestos del mundo durante miles de años”, explicó Rodrigo Nores, investigador del CONICET. Hasta ahora, M. lepromatosis solo se había detectado en pacientes actuales de México y el Caribe.

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Ambos trabajos se basaron en análisis de ADN antiguo y contaron con la colaboración de instituciones internacionales, además de la participación de comunidades indígenas que dieron su consentimiento y aportaron miradas propias al estudio.
Los resultados reconfiguran lo que se sabía sobre la historia médica del continente. Además de su valor científico, pueden aportar a un mejor conocimiento de las enfermedades infecciosas, su evolución y posibles reservorios animales. “Queda mucho por aprender sobre la transmisión y distribución global de esta bacteria”, concluyeron los investigadores.
Fuente: Conicet.