Lejos de los circuitos turísticos tradicionales, algunos pueblos del sur argentino conservan intacta su esencia. En medio de paisajes únicos, ofrecen tranquilidad, hospitalidad y contacto directo con la naturaleza.
El Manso, en Río Negro, es un paraje de casas dispersas y bosques húmedos atravesado por el río Manso. Es ideal para el turismo rural, la pesca con mosca y el rafting, rodeado de montañas y sin masividad.
En Santa Cruz, Los Antiguos se asoma al lago Buenos Aires. Conocido por su producción de cerezas, combina estepa, cordillera y agua. La Ruta 41 y el Monte Zeballos son imperdibles para explorar desde este rincón calmo.
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Gualjaina, en Chubut, es la puerta de entrada al Área Natural Protegida Piedra Parada. Con menos de mil habitantes, sorprende con formaciones rocosas, pinturas rupestres y una atmósfera apacible lejos del ruido.
Lago Posadas, también en Santa Cruz, se encuentra entre montañas nevadas y lagos de colores distintos. Es un sitio ideal para la desconexión, con vistas imponentes, caminos de ripio y una naturaleza virgen.
En Neuquén, Villa Traful sigue siendo una joya escondida pese a su cercanía con destinos populares. Su bosque sumergido, el lago Traful y sus senderos ofrecen paz, aire puro y una experiencia sin multitudes.
Fuente: Diario Uno de Mendoza.