Saunders recibió un duro castigo en esa octava vuelta y quedó con su ojo derecho completamente cerrado y su rincón le avisó al árbitro estadounidense Mark Calo-oy que ya no volvería al cuadrilátero, lo que desató la euforia de una multitud de neto corte latino.
La pelea llevaba un desarrollo parejo hasta ese castigo del mexicano que motivó el traslado de su rival a un hospital para comprobar que no existiera fractura.
«Sabía que ya no iba a seguir porque le quebré el pómulo», intuyó «Canelo» tras la pelea que le permitió sumar el cinturón de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) a los dos que ya poseía en la categoría (AMB y CMB).
«La pelea iba a comenzar hacia el octavo asalto. No fue tan difícil como lo esperaba, me doy cuenta de que mi preparación era buena y voy mejorando día a día», abundó Álvarez, de 30 años, que elevó su récord a 55-1-2.
El mexicano confirmó inmediatamente su intención de atrapar la corona que le falta, de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), para convertirse en el primer supermediano (76,2 kg.) de la historia en lograrlo.
«Ese el plan, voy por ello», le avisó a su poseedor, el invicto estadounidense Caleb Plant, de 28 años, ganador de 21 peleas (ninguna por la vía rápida).
La velada de anoche en el AT&T Stadium, la casa de los Dallas Cowboys de la liga de fútbol americano (NFL), fue el evento a cielo cerrado de mayor concurrencia en Estados Unidos desde el inicio de la pandemia de coronavirus el año pasado.
Los asistentes, en su mayoría de origen mexicano, no mantuvieron el distanciamiento social y muchos de ellos tampoco portaron tapabocas frente al relajamiento de los controles por parte de la organización del combate.