Desde los rituales del siglo XVI hasta las modernas versiones artificiales de plástico, el árbol de Navidad se ha consolidado como un símbolo universal de las celebraciones decembrinas.
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El árbol de Navidad es uno de los íconos más reconocibles de las festividades navideñas en todo el mundo. Ya sea natural o artificial, su presencia en los hogares refleja una tradición cargada de historia y significado. Según la Enciclopedia Britannica, el uso de árboles como decoración se remonta a la antigüedad, aunque el árbol de Navidad moderno tiene sus raíces en Alemania en el siglo XVI.
La costumbre germana comenzó con el «árbol del paraíso», una representación que se adornaba con obleas el 24 de diciembre en honor a Adán y Eva. Con el tiempo, las obleas fueron reemplazadas por galletas y otros adornos. En el siglo XVIII, los luteranos alemanes ya habían adoptado esta práctica, y fue la reina Carlota, de origen alemán, quien introdujo la tradición en Inglaterra. Más tarde, en 1848, una ilustración de la reina Victoria y el príncipe Alberto junto a un árbol navideño en The Illustrated London News popularizó esta costumbre en todo el mundo.
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El árbol artificial nació en Alemania en la década de 1880, fabricado con plumas de ganso teñidas de verde. Décadas más tarde, en los años 1930, los Estados Unidos innovaron con árboles de cerdas de cepillo, y en las décadas de 1950 y 1960 se masificaron las versiones de aluminio y plástico. Este desarrollo permitió que la tradición se adaptara a lugares donde los árboles naturales eran difíciles de conseguir.
Hoy en día, el árbol de Navidad, ya sea natural o artificial, sigue siendo un elemento central de las fiestas. Más allá de los materiales o estilos, este símbolo conecta a millones de personas con una tradición que ha evolucionado a lo largo de los siglos, manteniendo su esencia como el corazón decorativo de la temporada navideña.
Fuente: National Geographic
Foto: El Mundo