La nictofobia es un trastorno caracterizado por un miedo irracional a la oscuridad, afectando tanto a niños como a adultos. Esta fobia provoca una intensa ansiedad en situaciones con poca luz, generando respuestas físicas como sudoración, temblores e incluso dificultades respiratorias.
Según Cleveland Clinic, alrededor del 9% de los adultos en EE. UU. han experimentado alguna forma de fobia específica, incluida la nictofobia, que puede impactar significativamente la calidad de vida y el bienestar físico de quienes la padecen.
Las causas de la nictofobia pueden variar. A menudo se relacionan con experiencias traumáticas de la infancia, como accidentes ocurridos en la oscuridad. La exposición a películas de terror o historias aterradoras también puede intensificar el miedo. Además, influencias culturales y sociales que asocian la oscuridad con peligros invisibles refuerzan esta percepción amenazante.
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El diagnóstico se establece cuando los síntomas persisten por al menos seis meses y afectan la vida diaria del paciente. Según Healthline, el miedo desproporcionado a la oscuridad puede interferir con la capacidad de la persona para funcionar normalmente.
Los tratamientos para la nictofobia suelen incluir terapia cognitivo-conductual (TCC) y terapia de exposición gradual. La TCC ayuda a identificar y cambiar pensamientos irracionales sobre la oscuridad, mientras que la terapia de exposición gradualmente desensibiliza a la persona al ambiente oscuro. En casos severos, se pueden prescribir ansiolíticos o antidepresivos para manejar la ansiedad intensa.
El impacto de la nictofobia en la vida diaria es considerable, ya que quienes la sufren a menudo evitan situaciones que implican estar en la oscuridad, lo que puede llevar a problemas de sueño e insomnio crónico. La fatiga resultante afecta la concentración y el rendimiento diario, dificultando las actividades sociales y laborales.
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Si no se trata, la nictofobia puede desencadenar complicaciones a largo plazo, como depresión o trastorno de pánico. El miedo persistente también puede aislar a la persona, limitando su capacidad para interactuar con otros y disfrutar de una vida plena.
Para quienes buscan tratamiento, el pronóstico es positivo. Las terapias y técnicas de relajación, como la meditación y ejercicios de respiración, pueden ayudar a manejar el miedo y mejorar la calidad de vida. Aprender a controlar el miedo es fundamental para recuperar una vida normal.
Fuente: Infobae.