Leandro Adams Kitajgrosdzki está logrando el anhelo de su papá que es construir un avión. Se trata de un Pietenpol Air Camper, hecho en madera que pronto surcará los cielos del valle del Chubut.
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Leandro Adams Kitajgrosdzki, conocido como «Kita» en la zona del valle, está muy cerca de cumplir un sueño que comparte con su padre: construir y volar su propio avión. No cualquier aeroplano, un Pietenpol Air Camper, de fabricación casera, con alas de parasol que fue diseñado originalmente por Bernard H. Pietenpol, en 1928, en Estados Unidos.
Todo comienza en la década de 1970 cuando el padre de Kita anhelaba fabricar un avión, un sueño que la familia no pudo materializar en ese entonces. Pero siete años atrás, durante un encuentro en la cordillera con Melvin Evans, del Molino Museo, Kita recibe los planos de un avión que cambiaría sus vidas. «Yo te quiero regalar algo, porque sé que vos lo vas a hacer,» le dijo Evans en ese momento, marcando el inicio de un proyecto que implicó años de trabajo arduo.
Para avanzar en el proyecto, Kita, junto a su padre, tuvieron que aprender carpintería, ya que este tipo de aeroplano está construido, casi integralmente, con madera, y cada parte debe quedar lista para luego ensamblarlas a la perfección. Cada día de trabajo en la construcción, desde las costillas de las alas hasta el fuselaje, ha sido un paso hacia la realización de un sueño familiar que se remonta a más de cuatro décadas atrás.
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La parte mecánica fue más sencilla para Kita porque es parte de su oficio. Pero no por eso menos desafiante: «Yo tenía el plano de lo que había que hacer pero yo fui un poco más allá agregándole algunas cositas personales que yo sabía que se podían hacer y que iban a mejorar el funcionamiento del motor a largo plazo», relata.
Kita contó que después de más o menos un año, cuando ya el avión comenzaba a transformarse en algo palpable, reflexionó: «Bueno estoy fabricando un avión pero no sé volar». Fue entonces que se acercó al Aeroclub Trelew donde luego de realizar el curso teórico y práctico, presentar exámenes físicos y psicológicos, al fin pudo matricularse como piloto.
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«Fue una linda experiencia, por suerte incluso en las prácticas de emergencias que me hicieron durante el curso no sufrí. Pude aprender que en esto de la aeronáutica la tranquilidad es muy importante, desesperarse ante un inconveniente en vuelo es lo peor que a uno le puede pasar», relató.
Finalmente, el aeroplano quedó armado y se pudieron hacer las primeras ensayos en tierra. Luego se desmontó toda la estructura para otra prueba de fuego: recibir la aprobación de técnicos aeronáuticos nacionales que durante cuatro horas supervisaron cada parte, antes de certificar que el avión cumple los requisitos necesarios para volar.
Cuando el avión esté listo para volar será transportado al Aero Club Trelew, ya que se necesita la longitud de su pista para las primeras pruebas de vuelo que se describen como «saltitos», vuelos rasantes a uno o dos metros sobre la pista, que sirven para evaluar el comportamiento del avión y calibrar lo que sea necesario. «Ese será el día que el proyecto esté terminado,» dice Kita y aclara que aún no hay una fecha definida, enfatizando la importancia de avanzar despacio para evitar pasos en falso: «El apuro puede generar que falten detalles que son muy importantes para la aeronave, vamos de a poco, despacio y sin prisa».
Con «Evans» matriculado y preparado, bautizado así en honor de quien donó los planos, Kita espera la fecha prevista para ver despegar el fruto de tantos años de trabajo. Como él mismo afirma, «una vez que esté terminado y matriculado, voy a disfrutar volarlo.»