La devastación en Myanmar tras el sismo del 28 de marzo no cesa. Con más de 3.600 víctimas fatales confirmadas y más de 5.000 heridos, el país enfrenta una de las peores tragedias de su historia reciente.
Según la ONU, más de 17 millones de personas viven en zonas afectadas y requieren con urgencia alimentos, agua, atención médica y refugio.
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El sismo de magnitud 7,7 arrasó seis regiones del país y fue oficialmente nombrado “el Gran Sismo de Mandalay”. Las tareas de búsqueda de sobrevivientes han disminuido, y las operaciones de rescate internacionales ya se retiraron. A pesar de los esfuerzos iniciales que lograron salvar a 653 personas, muchas comunidades quedaron completamente destruidas y los servicios básicos al borde del colapso.
Las condiciones climáticas agravan aún más la situación. En pleno mes más caluroso y seco del año, miles de personas sin hogar están expuestas al calor extremo, mientras las lluvias en Mandalay complican la vida de quienes duermen a la intemperie.
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A este panorama se suma el conflicto armado. Aunque las principales fuerzas militares y de oposición declararon altos el fuego temporales para facilitar la asistencia humanitaria, diversas fuentes denuncian múltiples violaciones. Desde el terremoto, se habrían producido al menos 63 ataques que dejaron 68 civiles muertos.
Myanmar se encuentra sumido en una guerra civil desde el golpe de Estado de 2021, y la falta de acceso para la prensa independiente dificulta verificar los enfrentamientos. Mientras las tareas de alivio avanzan lentamente, la población enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, atrapada entre los escombros y el fuego cruzado.
Fuente: AP.