¿Se puede utilizar la IA en educación? ¿Cuáles son sus potencialidades y sus riesgos?, fueron algunas de las preguntas que guiaron la exposición de Maguregui, con las que buscaron acercar a la comunidad educativa las aplicaciones y debates en torno a «la tecnología que tuvo la adopción más rápida de la historia» y que, hasta el momento, no está incluida como contenido curricular.
«Cada vez que aparece una tecnología disruptiva, están los llamados apocalípticos y los integrados: los que están en contra y ven todos los posibles riesgos y los que ven la posibilidad de usarlas como asistentes virtuales o co diseñadoras», dijo a Télam la también bióloga y escritora que integra el equipo del portal.
Maguregui no se define ni como apocalíptica ni como integrada, pero asegura que la IA «es algo que llegó para quedarse», como sucedió en otro momento de la historia cuando se creó la imprenta o internet y «cambiaron formas, hábitos y prácticas culturales educativas de vinculación», mencionó.
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«No siempre va a haber que utilizar inteligencia artificial en educación», remarcó. «Para algunos trabajos sí y para otros no. Es un problema a analizar que tiene muchas aristas: cuestiones de seguridad, éticas y de impacto ambiental» porque «estas tecnologías tienen una huella de carbono muy grande, necesitan mucha electricidad y agua para enfriar toda la infraestructura».
Asimismo, dijo que «hay un tema de soberanía» ya que estos modelos de IA y los algoritmos en general «se desarrollaron en el hemisferio norte» y «presentan sesgos» por la cultura, geopolítica e intereses distintos a los del sur global.
Para pensar la IA en educación, es importante «empezar con el contexto».
En ese aspecto, dijo que cuando la empresa Open AI abrió la versión beta del ChatGPT para el público masivo en noviembre de 2022 tuvo en cinco días «un millón de usuarios» y a los dos meses «cien millones», lo que indica que «hasta el momento – y de manera provisoria- es la tecnología que tuvo la adopción más rápida de la historia y no se trata de un videojuego, sino de una IA con forma de chat conversacional, con la que todos nos lanzamos a conversar».
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«Son tendencias fuertes que a veces parece que pueden ser una moda, como también se anunciaba del metaverso o las criptomonedas, pero la que ‘pegó’ fue la IA», apuntó.
Asimismo, explicó al ChatGPT como «un modelo de lenguaje natural que se alimenta haciendo una especie de escaneo de todo tipo de archivos que existe en internet en el que todo el mundo se engancha» porque permite conversar «como si fuese una persona, sin necesidad de conocer el código informático ni saber de programación. Tiene una interfaz muy simple y es veloz, responde en segundos».
En ese sentido, señaló que «en una cultura digital de vértigos y aceleraciones, tiene ‘el ADN de los videojuegos’, que está dentro del ChatGPT y de estas formas de tecnologías generativas que hacen que sea una experiencia de usuario muy fácil y accesible, como plantea el académico Alessandro Baricco y recupera Carlos Scolari».
«El ChatGPT no va a reemplazar a los docentes en la educación», afirmó la bióloga y agregó: «Cuando aparece una tecnología tan disruptiva, que provoca un momento bisagra como es este, no necesariamente tiene que terminar y dinamitar todo lo anterior».
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Sobre cómo usar la IA en educación, dijo que es importante entender que «a estas tecnologías las inventamos los seres humanos, no son alienígenas, no vienen a destruirnos, ni tampoco nos van a ayudar con todos nuestros problemas», sino que «tenemos que utilizarlas de manera que nos sean útiles».
Entre las principales recomendaciones, la capacitadora indicó que lo primero es «generar buenas preguntas».
«Lo mejor que un docente puede hacer es tratar de que las y los estudiantes puedan formularse preguntas interesantes, que den origen a prototipos, porque no siempre hay una sola respuesta para una pregunta, o tal vez no hay una inmediata, y las ‘buenas’ preguntas despiertan la curiosidad, el asombro y la creatividad», explicó.
También remarcó que «el chat conversacional no devuelve conocimiento al responder, sino que da información que hay que corroborar, consultar las fuentes y profundizar, lo que implica trabajo del ser humano».
Para hacer una ‘buena pregunta’, es necesario además «un saber previo» porque «cuando uno ‘conversa’ o quiere trabajar de modo pedagógico, laboral o creativo con una IA tiene que saber de un tema para preguntar. Hay que hacer una investigación antes de empezar para que después sea útil y se pueda generar un conocimiento nuevo significativo», precisó.
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Maguregui hizo hincapié en el pensamiento crítico que los y las docentes tratan de generar entre estudiantes. «La IA está saliendo de un momento beta, de testeo, que ahora se convirtió en mainstream, más allá de que la investigación lleva años: desde 1950 con Alan Turing en adelante, o antes con Ada Lovelace, la primera programadora mujer».
No obstante, entre las advertencias sobre el ChatGPT y todas sus variantes, dijo que «traen aparejadas las ‘fake'», y explicó que estas inteligencias «fueron entrenadas con modelos de redes neuronales profundas», y que, si bien «parece que respondiera una persona, no indica de dónde recolecta la información, hay temas de copyright y copyleft o licencias que la empresa que maneja esta IA no tiene en cuenta».
Asimismo, el ChatGPT «a veces genera citas o información falsas y tiene sesgos que pueden ser racistas, homofóbicos o violentos», porque quienes programan estas tecnologías son seres humanos que «tienen choques entre la realidad y las creencias».
«Como diría la académica Kate Crawford, ‘la inteligencia artificial no es ni tan inteligente ni tan artificial'», citó.
«Depende de cómo se lo use. Es demasiado importante el tema como para dejarlo en manos de desarrolladores o de empresas que tienen intereses opacos», completó.
Y concluyó que «el gran desafío es trabajar en regulaciones, insistir en cuestiones de sesgos, éticas y de derechos, y que intervengan representantes transdisciplinares, no solo ingenieros informáticos, sino gente de ciencias sociales y de ámbitos artísticos. Todos tenemos para aportar. Hay que tener una mirada crítica, estar atentos a participar y no tener miedo».
Telam