El médico veterinario, Gerardo Rodríguez, se topó con los ejemplares mientras realizaba una georreferenciación de animales en la meseta hace unos 15 años.
Los caballos con su pelaje ondulado lo intrigaron, ya que se creía que esta peculiar variedad había desaparecido debido a la sequía y la falta de pasturas en la región.

Movido por su pasión por los caballos, Rodríguez decidió regresar a la zona y comenzó a adquirir algunos ejemplares enrulados para formar una pequeña tropilla.
Pero, junto con su pareja, Andrea, fueron más allá y se pusieron en contacto con criadores en Estados Unidos, donde también existían caballos con este tipo de pelaje.
Ellos se sometieron a pruebas de ADN, y si bien no pertenecían a la misma clase que los caballos estadounidenses, compartían un gen que había mutado, el responsable de la peculiar forma rizada del pelo. El descubrimiento generó interés en Estados Unidos y recibieron la visita de un biólogo de la Universidad de Texas.
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Con esta fascinante especie en sus manos, crearon Yeguada Rodríguez, un emprendimiento familiar dedicado a la cría y venta de estos caballos únicos en el mundo. Rodríguez espera preservar la especie y establecerla como una nueva raza, aunque el proceso administrativo es largo y costoso.

Estos caballos, con su carácter gentil y manso, podrían ser útiles para equinoterapia debido a su naturaleza paciente y amable, especialmente con personas con capacidades diferentes. Además, tienen la ventaja de ser hipoalergénicos, lo que los hace ideales para personas alérgicas.
Aunque su origen sigue siendo un misterio, algunas teorías sugieren que estos caballos descienden de los animales que trajeron los colonizadores españoles en 1536 durante la expedición de Pedro de Mendoza, cuando se fundó Buenos Aires.
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Presumiblemente, algunos de estos caballos llegaron a la meseta de Somuncurá y, con el tiempo, desarrollaron sus singulares rulos debido al clima hostil y las condiciones ambientales del lugar.

Los Crespos de la Meseta son un verdadero tesoro patagónico, y Gerardo Rodríguez espera que, con su dedicación y esfuerzo, estas maravillosas criaturas nunca más corran el riesgo de extinguirse y continúen siendo un símbolo de la rica biodiversidad de la región.
Fuente: La Mañana de Neuquén