Con la llegada del invierno, muchos creen que deben esperar hasta la primavera para volver a trabajar la tierra. Sin embargo, julio es el momento ideal para sembrar una planta que, con poco mantenimiento, llena de color y vida cualquier espacio cuando vuelve el calor: la caléndula.
Esta flor es una de las especies más agradecidas del mundo vegetal. Resiste las bajas temperaturas, germina sin problemas en invierno y florece en los primeros días de la primavera. Sus tonos vibrantes, que van del amarillo al naranja intenso, no solo embellecen jardines y balcones, sino que también cumplen un rol funcional: repelen insectos y atraen polinizadores, lo que la convierte en una aliada natural del huerto.
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Para cultivarla, basta con elegir un rincón con algo de sol y buen drenaje. La tierra debe ser suelta y rica en materia orgánica. Las semillas deben colocarse a un centímetro de profundidad, y se recomienda mantener la humedad sin encharcar. Puede sembrarse tanto en macetas como directamente en tierra firme.
En apenas unas semanas comenzarán a verse los primeros brotes. Si el clima acompaña, hacia septiembre u octubre las caléndulas desplegarán todo su esplendor floral. Además de ser decorativas, tienen propiedades medicinales: son antiinflamatorias y cicatrizantes, por lo que se utilizan en cremas, pomadas y tés.
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Sembrar caléndulas en julio es una decisión que rinde frutos en la próxima estación. Ya sea para ornamentar o para aprovechar sus beneficios, es una elección práctica, económica y ecológica. Ideal para quienes buscan preparar el terreno de cara a una primavera colorida.
Fuente: TyC Sports.
Foto: Garden WEB.