La agencia espacial trabaja en un nuevo tipo de batería que podría reemplazar al litio, ofreciendo mayor durabilidad, seguridad y sostenibilidad.
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El avance tecnológico no se detiene, y la NASA vuelve a estar a la vanguardia con el desarrollo de un nuevo tipo de batería que podría reemplazar al litio en el futuro. Se trata de las baterías de níquel-hidrógeno, una tecnología que promete una vida útil de más de 30.000 ciclos de carga y descarga, minimizando los problemas de degradación y sobrecalentamiento que afectan a las baterías actuales.
Este tipo de almacenamiento energético ya ha sido utilizado en la Estación Espacial Internacional (EEI), y recientemente, la empresa alemana RWE comenzó a probarlas en Wisconsin, Estados Unidos. Su diseño permite que mantengan hasta el 86% de su capacidad original incluso después de 30 años de uso continuo, lo que supone una ventaja significativa frente a las baterías de litio, que suelen deteriorarse con el tiempo y generar un impacto ambiental considerable.
Además de su resistencia a temperaturas extremas, estas baterías presentan menor riesgo de accidentes y podrían ser una alternativa más accesible en términos de costos. Aunque todavía se encuentran en fase de prueba, el potencial de esta tecnología podría cambiar por completo la industria energética y la producción de dispositivos electrónicos.