Por Edgardo Lillo.
Pasó el shock y se estremece el alma futbolera. Porque para entender a Maradona hay que ser antes que nada futbolero. Ser o haber intentado ser jugador de fútbol. Haber jugador a la pelota con una media, haber sentido esa alegría de la primera pelota o el dolor de que se pinche en lo mejor del partido.
Es haberte ligado las patadas de los más grandes, de aprender a poner el cuerpo, de comerte las puteadas de tus compañeros de escuela porque la tiraste a cualquier lado o porque no se la pasaste para que hiciera el gol.
Para entender a Maradona necesitás haberte sentado con tu viejo a ver Boca, a River, la selección, en blanco y negro, ver un pase como con un guante, fijar la mirada en una gambeta o en un gol y sentir que quisieras hacer eso, alguna vez.
Maradona es la ansiedad de salir a jugar a la calle con los amigos, poner las dos piedras para armar el arco y tratar de estar el mayor tiempo en el juego, a pesar de que tu vieja te pidiera que entraras porque te tenías que bañar.
Maradona es haber gritado a rabiar ese gol a los ingleses, con todo el dolor a flor de piel por Malvinas, Maradona es haber terminado ese día nublado de la final gritando “somos campeones del mundo, somos campeones del mundo!!!”.
Maradona es querer la celesta y blanca como nadie, es el líder indiscutible, es darnos el ejemplo de cómo se persigue ese gran sueño de pibe.
Maradona es haber jugado para tu equipo de barrio, haber quedado eliminado en el torneo más importante de la ciudad, salir llorando de una cancha, pero al otro día, después de esa frustración, sentir que el fútbol seguía siendo lo más lindo que te podía pasar.
Maradona es esperar al «profe»que llegara a la capilla para que armara los dos equipos, y comenzara una hora infinita.
Maradona es la secundaria, discutir con los compañeros y el profesor en medio de otro mundial, hablar de estilos, de juego, de posiciones. Maradona trasladó todas nuestras puteadas cuando nos silbaron el himno, Maradona lloró todas nuestras lágrimas cuando perdimos esa final con un penal que inventó Codesal, y justo se tuvo que llamar Edgardo.
Maradona es David contra Goliat, el mirar el Calcio para admirar lo que generaba en la tierra más relegada y ninguneada de Italia.
Maradona es el viaje de egresados del ’93, mirando el partido de repechaje con Australia en una estación de servicio de Vicuña Mackena.
Diego, a todos nos cortaron las piernas cuando te sacaron de Estados Unidos. Maradona es el de la pelota no se mancha!!!
Maradona es el gen argentino, el mejor de todos y el peor de todos al mismo tiempo, Maradona es el bostero insoportable que llevamos dentro, pero también el de Argentinos, Newell´s, River, Independiente, Bánfield, Maradona es la leyenda de todos.
Es la felicidad de ganar un superclásico, de ganar en Madrid, de ganarle al Real Madrid, Maradona es cambiarte en un vestuario, es entrar a un túnel para desembocar en una cancha de césped, el jugar el partido con un árbitro, firmar una planilla con el carnet de jugador; es clavarla al ángulo, es un cambio de frente, es un centro bien tirado, es sacarla del palo, es rasparte en el piso para cortar un avance, Maradona es el canchero que pone las redes, que marca la cancha, el utilero que prepara las camisetas y los botines.
Maradona es la pasión; ir a la cancha con tu viejo, con tu familia, con tus amigos, comerte un “chori”, tomar un mate, Maradona es disfrutar de relatar un partido, de hacer un viaje interminable y volverte con una derrota a cuestas, Maradona es el fútbol que corre por nuestras venas. Vos mismo dijiste alguna vez que en tu lápida pondrías “Gracias por haber jugado al fútbol, porque haber jugado a la pelota me dio alegría y libertad”. Pucha que sentimos lo mismo! Gracias Diego, porque las alegrías que nos distes están grabadas en nuestra alma!
