El pianista y creador de inolvidables bandas sonoras falleció en Los Ángeles por una neumonía. Desde Buenos Aires al mundo, su legado marcó la historia del cine, la televisión y el jazz.
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A los 93 años, falleció este jueves en Los Ángeles el legendario pianista, compositor y director de orquesta Lalo Schifrin, figura central de la música para cine y televisión. El artista, cuyo nombre real era Boris Claudio Schifrin, murió a causa de una neumonía, según confirmaron fuentes cercanas a su familia.
Nacido el 21 de junio de 1932 en Buenos Aires, Schifrin fue un verdadero ícono global, capaz de tender puentes entre la música académica, el jazz y la cultura popular. Su talento lo llevó de los salones del Conservatorio de París a las grandes orquestas de Hollywood, donde dejó su huella en decenas de bandas sonoras memorables.
Hijo de Luis Schifrin, primer violín del Teatro Colón, inició sus estudios de piano a los seis años con maestros como Enrique Barenboim y Andreas Karalis. Aunque brevemente estudió Derecho en la UBA, abandonó la carrera cuando obtuvo una beca para estudiar música en París en 1952.
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Fue en la capital francesa donde Schifrin comenzó a construir su leyenda: mientras estudiaba composición, tocaba jazz en clubes nocturnos. En 1955, representó a Argentina en el Festival Internacional de Jazz de París junto a Astor Piazzolla, y poco después regresó a Buenos Aires para formar su propia big band.
Ese conjunto llamó la atención del legendario Dizzy Gillespie, quien lo invitó a unirse a su quinteto. Entre 1960 y 1962, Schifrin fue su pianista y orquestador, lo que le abrió las puertas del mercado estadounidense. Pronto se radicó en Los Ángeles, contratado por la Metro-Goldwyn-Mayer, e inició una carrera prolífica en la industria del entretenimiento.
Su trabajo en Hollywood lo consagró como un maestro de la música incidental. Es autor de las partituras de clásicos como Misión Imposible, Harry el sucio, Bullitt, Enter the Dragon, El planeta de los simios y Amityville, entre muchos otros. También escribió obras sinfónicas, de cámara y conciertos para orquesta y solistas, lo que le valió reconocimiento tanto en círculos académicos como populares.
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Radicado en Beverly Hills, en una casa que había pertenecido a Groucho Marx, Schifrin se mantuvo activo hasta sus últimos años, colaborando con orquestas y grabando nuevos arreglos. Su arte trascendió fronteras y generaciones, y su influencia perdura en la música contemporánea.
Con su muerte, desaparece una figura irrepetible, pero su legado musical continúa vivo en las bandas sonoras que definieron una era del cine y en el corazón de músicos y oyentes de todo el mundo.
Fuente y foto: TN