Cada año, millones de personas alrededor del mundo conmemoran la Pascua. Pero más allá de los huevos de chocolate y las tradiciones populares, la Pascua encierra un significado profundo que atraviesa siglos de historia y revela un poderoso mensaje de esperanza desde las páginas de la Biblia.
La Pascua tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, cuando Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. En Éxodo 12 se narra cómo Dios instruyó a los hebreos a sacrificar un cordero sin defecto y a marcar con su sangre los dinteles de sus puertas, para que el ángel destructor pasara de largo. Ese evento fue el inicio de la Pascua judía, una celebración anual para recordar la liberación del yugo egipcio.
Pero la Pascua no quedó anclada en el pasado. En el Nuevo Testamento, Jesucristo se presenta como el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Su muerte en la cruz, coincidiendo con la celebración de la Pascua, trajo un nuevo significado a esta fecha: ya no se trataba solo de liberación física, sino de una liberación espiritual del pecado.
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La Pascua no se centra en ritos tradicionales, sino en lo que las Escrituras revelan: la vida, muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de las promesas mesiánicas. “Cristo, nuestra Pascua, fue sacrificado por nosotros”, escribió el apóstol Pablo en 1 Corintios 5:7, aludiendo a Jesús como el cumplimiento del cordero pascual. Este último fue un anticipo simbólico del propio Cristo muriendo por toda la humanidad.
La Pascua invita a reflexionar sobre el poder salvador de Dios. Es un tiempo para recordar que así como Dios liberó a Israel de la esclavitud física, hoy ofrece redención del pecado y una nueva vida en Cristo. No se trata de tradiciones humanas, sino de volver al relato bíblico y vivir la fe con sinceridad y verdad, como afirma 1 Corintios 5:8: “Celebremos la fiesta… con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.
En tiempos de incertidumbre, la Pascua sigue recordando que la verdadera libertad no viene de los hombres, sino del Creador. Y que, como en el pasado, Dios sigue actuando con poder para liberar, restaurar y renovar la esperanza de su pueblo.
Mirando hacia el futuro, el mismo Cristo que murió en la Cruz del Calvario, luego resucitó y ascendió a los cielos, volverá por segunda vez, para poner fin al pecado, el dolor y el sufrimiento en esto mundo.