Aunque creamos que nuestras contraseñas están seguras, la realidad puede ser muy distinta. Según un reciente informe del periodista de tecnología Matthew Sparkes, es altamente probable que millones de contraseñas personales, incluidos nombres, direcciones y accesos bancarios, estén siendo vendidas en la dark web, la parte más oculta y peligrosa de internet.
Estos mercados clandestinos florecen en redes a las que no se puede acceder desde navegadores tradicionales. Utilizan plataformas como Tor, un sistema creado originalmente por agencias de inteligencia estadounidenses para proteger comunicaciones secretas. Hoy, sin embargo, es el canal donde ciberdelincuentes comercializan bases de datos robadas al mejor postor.
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Sparkes, al investigar en este mundo digital paralelo, descubrió que muchas contraseñas —incluso las suyas— ya estaban comprometidas. Esto demuestra que romper las reglas básicas de seguridad digital, como repetir claves o usar datos personales fáciles de adivinar, puede costarnos caro. Los hackers aprovechan cualquier descuido para explotar vulnerabilidades y luego monetizar esos datos.
A pesar del contenido ilícito, no todo en la dark web es negativo. Algunos medios, como BBC News, operan allí para brindar acceso a la información a personas en países con censura. Pero en su mayoría, se trata de un espacio donde los ciberdelitos prosperan gracias al anonimato y la falta de regulación.
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Los especialistas en ciberseguridad recomiendan medidas concretas: utilizar gestores de contraseñas, activar la autenticación en dos pasos, y nunca reutilizar claves entre plataformas. En un entorno donde nuestros datos pueden cambiar de manos sin que lo sepamos, ser proactivos es la mejor defensa.
Fuente: New Scientist