La prostitución en Bélgica se convierte en un trabajo legal con derechos laborales y protección social, desatando debates sobre su naturaleza y los riesgos involucrados.
En un paso polémico y sin precedentes, Bélgica ha legalizado la prostitución, ofreciendo a las trabajadoras sexuales derechos laborales y protección social. Las personas que se dediquen a esta actividad en el país podrán ahora contar con un contrato laboral, acceso a cobertura social, derecho a vacaciones, pensión, paro, y bajas por enfermedad o embarazo, según informaron medios internacionales. Esta medida también busca ofrecer mayor protección frente a los riesgos inherentes a la profesión.
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Daan Bauwens, director de UTSOPI (Unión de Trabajadores y Trabajadoras Sexuales de Bélgica), destacó que esta reforma representa un gran avance, ya que ahora se reconoce legalmente el trabajo sexual. Según Bauwens, esta legislación elimina la discriminación y ofrece garantías de protección laboral para las personas que ejercen esta actividad: «El trabajo del sexo es reconocido por la ley como un trabajo, hay una igualdad de derechos para los trabajadores y trabajadoras del sexo», comentó. También añadió que, antes de la ley, muchas personas del sector no recibían protección frente a los riesgos asociados a la prostitución.
Sin embargo, la medida ha generado críticas, especialmente de la eurodiputada socialista española Lina Gálvez, quien preside la comisión de igualdad del Parlamento Europeo. Gálvez rechazó la nueva norma al considerarla una forma de legalizar el proxenetismo y la explotación. «Niego que las personas prostituidas sean trabajadores del sexo. Hay una explotación de personas, y la mayoría son víctimas de trata o pobreza», afirmó Gálvez, quien considera que la libre elección está limitada por factores como la pobreza y la falta de inclusión social.
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A pesar de las críticas, Bauwens defendió que la ley ofrece una salida a las personas que desean abandonar la prostitución, ya que ahora podrán acceder a derechos como la seguridad social y la formación profesional, lo que antes no era posible. «Antes, quienes querían dejarlo no tenían derechos, y si dejaban de trabajar, no había nada más», subrayó Bauwens.
Por su parte, Gálvez cuestionó que la prostitución se considere un trabajo, asegurando que, aunque las trabajadoras sexuales puedan tener los mismos derechos que cualquier otra persona, la prostitución en sí misma no debería ser reconocida como una actividad laboral. «No creo que estemos hablando de un trabajo», concluyó.
Fuente: Noticias Argentinas
Foto: El Confidencial