Por Edgardo Lillo-. Jaime era una referencia, para hablar de tenis, de squash, de los jugadores, de los clubes, de los dirigentes, porque de hecho cumplió con todas las facetas.
Llegado de muy chico de Ramos Mejía (Buenos Aires), de una familia de comerciantes (el papá era carnicero), nadie podría discutirle su identidad trelewense, incluso como alumno del «Domingo Savio», después convertido en Padre Juan Muzio en la secundaria, aunque egresado del Agrario del Colegio Nacional de Trelew.
Se hizo en el Trelew Tennis Club, aunque después, ya como entrenador, dio sus primeros pasos en el Club Independiente, pasó al Club Centenario y en los ‘ 90 en el San Benito Tenis Club junto a Mario Ángulo e Hilmar Verdún, con quienes formaron el programa denominado «Desarrollo Integral del Tenis» durante un par de años.
También trabajó en el Bigornia de Rawson y en los veranos como co-organizador del torneo «Carlos Oller» del Club Banco Provincia en Playa Unión.
Como el saber con la raqueta permite incursionar en otras disciplinas similares, Jaime también apuntaló el desarrollo del squash en el Club Centenario (con el respaldo de otro socio como el tucumano Gustavo Gómez), y contagio a uno de sus hijos, Diego, que forjó una trayectoria a nivel nacional e internacional, incluso como parte de la selección argentina.
Ese trabajo de muchos años, ese apuntalamiento de la actividad, permitió que posteriores generaciones organizaran mejor la actividad y crearon junto a Madryn la Asociación de Squash de Chubut.
Albistro formó parte de una camada de buenos jugadores de tenis, algunos de los cuales después se convirtieron en entrenadores: los hermanos Mario y Fredy Ángulo, Jorge Real, Laly Maza, Eduardo Molina, Jorge Mehaudy, Alejandro «Colorado» Vila, su gran amigo Tito Baulde y más adelante Pablo Castán, y ni hablar de los más «chicos» que se hicieron «grandes» como el propio Agustín Garizzio (campeón del Orange Bowl en 1981), Gastón García Alonso y el aun vigente Fernando «Nono» Nogueira, entre muchos otros.
Personaje de gran humor y de múltiples anécdotas, Jaime era una garantía en la animación de los asados y de los encuentros sociales.
Le dio batalla a esa dura enfermedad terminal, que años atrás también se había llevado a Graciela, una de las compañeras de su vida y mamá de Diego.
«Si tengo que buscar una definición Jaime era una alegría de vivir, nos conocimos a los 14 años y otro de sus grandes amigos en el tiempo era Tito Baulde», recordó Mario Angulo.
«Fuimos compañeros de dobles en veteranos, ganamos algunos torneos», evocó.
Aunque el deporte, el tenis y el squash puntualmente, derraman una lágrima por estas horas, al «Gordo» habrá que recordarlo con esa mueca de sonrisa que siempre tenía para regalar…