Un nuevo estudio de la Universidad de Harvard reconstruyó 300 millones de años de evolución en la locomoción de los mamíferos, desde los antiguos sinápsidos hasta las especies actuales.
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Durante siglos, una de las preguntas clave de la biología evolutiva fue: ¿cómo pasaron los mamíferos de caminar como lagartos a moverse como perros o humanos? Una reciente investigación publicada en la revista PLOS Biology reveló que el proceso no fue lineal ni predecible, sino que estuvo marcado por estallidos de innovación anatómica.
El estudio fue dirigido por Robert Brocklehurst, ex investigador de la Universidad de Harvard, junto con un equipo interdisciplinario que incluyó a la curadora del Museo de Zoología Comparada, Stephanie Pierce, y al paleontólogo del Museo Field de Chicago, Kenneth Angielczyk. Analizaron cómo cambió el húmero, el hueso superior del brazo, en más de 200 especies fósiles y actuales, desde reptiles hasta mamíferos modernos.
Mediante modelos 3D y herramientas estadísticas avanzadas, evaluaron la geometría del húmero en términos de longitud, masa, torsión y palancas musculares. El objetivo fue entender cómo estas variaciones se relacionan con diferentes tipos de movimiento.
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“La evolución de los mamíferos no siguió un camino recto desde reptiles arrastrados hasta mamíferos erguidos”, explicó Brocklehurst. “Lo que descubrimos fueron varios momentos de cambio brusco, no una progresión gradual”.
Los primeros sinápsidos, como los pelicosaurios, tenían una forma de caminar propia que no se parece a la de los reptiles actuales. Posteriormente, los terápsidos y cinodontos —antecesores más cercanos de los mamíferos— experimentaron distintas formas de locomoción, algunas más erguidas, otras no tanto.
En lugar de un camino evolutivo único, el estudio revela un “paisaje funcional” lleno de valles y picos, donde ciertas configuraciones óseas permitieron experimentar con nuevos modos de caminar. La locomoción erguida, lejos de ser una característica temprana, apareció tarde en la evolución.
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Un hallazgo clave fue que los monotremas actuales, como el ornitorrinco y la equina, no conservaron la postura de sus ancestros. En cambio, evolucionaron de forma independiente hacia una locomoción adaptada a la excavación, lo que los llevó a converger con otras especies en aspectos funcionales, aunque sin compartir el mismo origen evolutivo.
La investigación no solo aportó datos evolutivos, sino también metodológicos. El equipo adaptó software estadístico en R para desarrollar un sistema que mide y compara formas anatómicas complejas a lo largo de cientos de millones de años. Esta base de datos fue alimentada en parte por Magdalen Mercado, entonces estudiante de grado en Harvard, quien digitalizó huesos fósiles claves para el estudio.
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Aunque el trabajo se centró en huesos, los científicos advierten que para comprender completamente la locomoción también deben estudiarse músculos y tendones, que rara vez se preservan en fósiles. Por eso, el equipo ya trabaja en modelos más completos que incorporen tejidos blandos y simulen con mayor precisión cómo se movían estos antiguos animales.
“Este estudio nos muestra que los mamíferos no heredaron una forma de caminar, sino que la desarrollaron a través de una historia evolutiva rica y compleja”, concluyó Brocklehurst.
Fuente y foto: Infobae